ELECCIONES EE.UU. Diego Martínez.

2º BOLETÍN INFORMATIVO «EUROPA SE MUEVE» 13/11.

Es la hora de Europa: Finalizan los hearings y Trump gana en EEUU

¿CÓMO DEBE AFRONTAR LA UE LA LLEGADA DE TRUMP A LA CASA BLANCA?

Diego Martínez, Colaborador del Movimiento Europeo

Madrid, 13 de noviembre de 2024

El pasado 5 de noviembre, Donald Trump fue reelegido como presidente de los Estados Unidos en una aplastante victoria contra la contrincante del partido demócrata Kamala Harris. Además, contará con una mayoría favorable a su partido en el Senado y muy presumiblemente en el Congreso. Junto con esto, de los 11 estados que esa misma madrugada eligieron a su gobernador, 8 se decantaron por un republicano, dejando un total de 27 estados republicanos frente a 23 demócratas.  Estos hechos, sumados a la mayoría conservadora del Tribunal Supremo, dotan a la nueva presidencia de Trump de un poder mucho más amplio que con el que contaba en 2016, es decir, el republicano tendrá muchos menos contrapesos incluso dentro de su propio partido, que ha sido colonizado por el trumpismo. 

Ante un presidente que se adhiere al ala dura de los paleontoconservadores, mostrando un claro desprecio por el multilateralismo y la cooperación, sumado a tendencias, aislacionistas populistas y autocráticas, cabe preguntarse ¿qué le espera a Europa y sus instituciones en sus relaciones con los Estados Unidos tras el regreso de Trump?

La primera consecuencia directa para Europa sería seguramente la imposición de aranceles a todos sus artículos de exportación -de un 10 e incluso un 20%-, en el marco de una profecía autocumplida de guerra comercial, primero con China y siguiendo con Europa. Se trataría por lo tanto de un recrudecimiento de las guerras comerciales que marcaron su primer mandato y que, como es sabido, distinguen poco o nada entre aliados y enemigos. Los mencionados aranceles a productos europeos supondrían el cierre del principal destino de sus exportaciones y según Goldman and Sachs reducirían en un 1% la economía de los países de la zona euro.

Bruselas, atrapada entre dos potencias que buscan hacerle la guerra comercial, seguramente se vería obligada a imponer sus propias barreras comerciales, al ser el actor más débil frente a esta coyuntura y seguramente también el más perjudicado por la misma. El Fondo Monetario Internacional pronostica que un enfrentamiento comercial entre los hasta ahora aliados, recortaría el crecimiento mundial en un 0,8% e incluso un 1,3%. Es decir, Estados Unidos a la larga también se vería perjudicado, al ver desacelerada su economía.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte ha estado sin duda en el punto de mira de su campaña electoral, con una retórica durísima que no era más que la continuación de la implementada durante su primer mandato. Este recelo de Trump a involucrarse con la OTAN supone un golpe durísimo para los demás integrantes, ya que EEUU es el vértice de la pirámide de disuasión de la organización. Trump se caracteriza por un unilateralismo total ante la férrea desconfianza que le producen las organizaciones multilaterales. Junto con esto y el repetido mensaje durante la campaña de que su llegada al poder llevaría a una rápida paz entre Rusia y Ucrania, puede llevar a un acuerdo con Putin que no cuente ni con Kiev ni con la Unión Europea y que le cueste a Kiev el 20% de su territorio.

Si bien, la ley de diciembre de 2023 dificulta notablemente la salida de EEUU de la OTAN, ya que impone el mismo modelo de ratificación de tratados -2/3 de senadores presentes en la cámara- la Alianza Atlántica puede verse vaciada de capacidad operativa y de significado político ante la desvinculación de Estados Unidos. Para Trump, la OTAN no es más que un mecanismo de reembolso para los contribuyentes estadounidense, no es una unión de valores democráticos comunes que constituyen el eje del orden liberal internacional, para el presidente electo no es más que un negocio –“No, no les protegería, deben pagar sus deudas”-. 

En teoría, esto puede provocar un “despertar” en la Unión Europea, hacer que los aliados del viejo continente eleven su umbral de compromiso y cooperación en el ámbito de la seguridad y se centren en la autonomía estratégica. Desde 2022 y con motivo de la agresión de Rusia a Ucrania, este proceso se ha revitalizado, ese mismo año se aprobó la Brújula Estratégica -un primer intento de definir una estrategia conjunta de defensa-, complementada con el Programa Europeo de la Industria de la Defensa (EDIP por sus siglas en inglés) que busca aumentar el gasto militar, mejorar la coordinación en la compra de armamento y potenciar la industria de la defensa dentro de los Estados Miembros de la UE. 

Por último y más preocupante, es posible que la victoria de Trump reivindique y provoque un plausible efecto domino sobre Europa, ofreciendo legitimidad y fuerza política a muchos escorados nacionalistas y eurofonos, cuyas estrategias populistas se asientan sobre las mismas bases que muchos discursos trumpistas, véase: la desconfianza hacia el Estado, el negacionismo del cambio climático, el antifeminismo, el rechazo y el relato xenófobo frente a la inmigración o las teorías de la conspiración. No en vano vemos la efervescencia de partidos políticos por todo el continente que siguen esta línea, como Vox en España, AfD en Alemania, Agrupación Nacional en Francia o el Fidesz de Orbán en Hungría.

Son el arquetipo del hombre fuerte, pragmático, de tendencia autoritaria y de un nacionalismo exacerbado, desdeñan el multilateralismo, el orden liberal internacional y la gobernanza global. Una tendencia que se replica en Europa con los dirigentes de los partidos antes mencionados, pero también por todo el mundo, como es el caso de El Salvador con Bukele, India con Modi o Israel con Netanyahu. La influencia de Donald Trump y su forma antipolítica de hacer política ha trascendido fronteras, permeando en gran parte de las democracias liberales del mundo.

Todos estos factores ponen de manifiesto las serias dificultades que presenta el reforzamiento de los lazos transatlánticos durante los próximos 4 años, con una política estadounidense que parece querer enfrentarse frontalmente con Europa, especialmente con la Unión Europea. Las implicaciones de esta política exterior belicosa todavía están por ver, pero para hacerle frente, es condición sine qua non un refuerzo claro y decisivo por parte de la Unión Europea, especialmente en materia de la autonomía estratégica. En palabras del Alto Representante Borrell “Europa no puede depender cada 4 años del humor de los electores estadounidenses”.

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