Cualquiera que conozca mínimamente cómo funciona la Unión Europea sabe hasta qué punto nos afecta en nuestro día a día la pertenencia al club comunitario y las múltiples ventajas que ello representa.
La UE nos facilita la vida de múltiples maneras, y basta con echar la vista atrás y recordar cómo vivíamos hace apenas unos años para darse cuenta de las diferencias. Ahora compartimos una moneda que nos permite no tener que cambiar divisas cuando viajamos por el continente, podemos cruzar las fronteras sin que nadie nos pida la documentación, nuestros hijos tienen la oportunidad de estudiar en universidades de otros países gracias a las becas Erasmus, los productos que intercambiamos no están sometidos a arancel alguno que penalice su competitividad…
Son tantas las ventajas de la UE que cuesta creer que a veces la sociedad sólo perciba los inconvenientes. Con frecuencia, cuando se habla de la UE en los medios de comunicación se hace de forma negativa, y la mayor parte de las veces los responsables son los propios gobiernos nacionales, que cada vez que tienen un problema acaban echándole la culpa a Bruselas para salvar su pellejo ante sus electores. Y durante la reciente crisis económica hemos podido ver varios ejemplos de ello, cuando algunos gobiernos han justificado los recortes por “exigencias” de la UE. No todo lo que hacen las instituciones europeas es positivo, pero trasladar a la opinión pública que el origen de todos los males está en la capital comunitaria es algo muy irresponsable, y demasiadas veces se hace desde tribunas políticas del más alto nivel.
Para contrarrestar ese relato negativo que a veces impera sobre la UE, hace falta más comunicación, eso es indudable. Porque probablemente el problema estribe en que no se comunica adecuadamente lo mucho que Europa hace por nosotros para facilitarnos la vida. Pero, además, buena parte ello también tiene que ver con lo que yo llamaría escasa visibilidad de la UE. Y es que la gente desconoce las instituciones europeas y a sus dirigentes porque, sencillamente, no los ve.
Pondré dos ejemplos. ¿Por qué cada vez que se inaugura en un estado miembro una infraestructura importante cofinanciada con fondos europeos es tan difícil ver presente en el acto a un comisario? ¿No debería cortar la cinta de la carretera de turno el representante del organismo que más ha aportado a su construcción? ¿Por qué la Unión cede ese protagonismo a alcaldes, presidentes autonómicos o primeros ministros cuando el dinero es europeo en su mayor parte? La gente debería saber que nuestros aeropuertos, carreteras y vías de AVE se han realizado en gran parte gracias al dinero procedente de Bruselas, y que a su vez ha sido aportado por cada país miembro en función de su riqueza, en un ejercicio de solidaridad intracomunitaria sin parangón en el mundo.
El segundo ejemplo también tiene que ver con la falta de visibilidad de la UE, pero sobre todo con su falta de reflejos. El pasado 24 de marzo se produjo un accidente aéreo en el que murieron 150 personas. Y se podría decir que fue una catástrofe 100% europea: el vuelo salió de España, el accidente fue en Francia, la aerolínea era de Alemania, las víctimas tenían en su inmensa mayoría pasaporte comunitario y, además, el avión era un Airbus, es decir, fue fabricado por un consorcio en el que participan varios países europeos. Al día siguiente, los líderes de los tres estados más afectados, François Hollande, Angela Merkel y Mariano Rajoy, demostraron buenos reflejos y se plantaron en el lugar del siniestro. Poco pudieron hacer allí, pero consiguieron algo muy importante en la era de la comunicación: la foto de portada de los principales diarios europeos.
Por su parte, la Unión Europea desaprovechó una ocasión irrepetible para haber colado en esa imagen a uno de sus líderes, ya fuera el presidente de la Comisión, el del Consejo o incluso el del Europarlamento. ¿Por qué no fueron? ¿Por qué se limitaron a transmitir un frío y triste comunicado de prensa? ¿Dónde estaban ese día Jean Claude Juncker, Donald Tusk o Martin Schulz? Apuesto a que estuvieron siguiendo los acontecimientos por televisión desde sus despachos, como hicimos millones de personas aquel día. Sin embargo, ellos no son gente corriente, o al menos no se les paga para que se comporten como tal. Tienen la obligación de liderar la UE, y eso se hace mucho mejor pisando los Alpes que arrastrando los pies por la moqueta. No creo que encuentren ocasiones más apropiadas para dejarse ver y mostrar a la ciudadanía que la UE existe y que ellos son su cara.
Dicho lo cual, es de agradecer el detalle que tuvo la organización francesa durante la rueda de prensa que ofrecieron Hollande, Merkel y Rajoy tras visitar la zona del accidente: en la sala se colocaron tres banderas de la UE y en los atriles desde los que hablaron también aparecía una pegatina con la enseña europea. Algo es algo.La
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