7º BOLETÍN INFORMATIVO «EUROPA SE MUEVE» 24/01.
La toma posesión de Trump y la reacción de la UE, el poder de las grandes tecnológicas y el alto al fuego en Gaza. Un inicio de año trémulo.

El alto el fuego en Gaza: una paz frágil mediada por Egipto, Qatar y Estados Unidos.
Madrid, 24 de enero de 2025
Lucía Conesa, Colaboradora del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo
La Guerra de Gaza, último episodio de los enfrentamientos entre Israel y Palestina, parece encontrar un respiro en un alto al fuego pactado entre el Estado de Israel y la organización islamista de Hamás. La mediación de Qatar, Egipto y EEUU, ha resultado fundamental para alcanzar este acuerdo. La asistencia sobre el terreno de cuerpos de seguridad egipcios y qataríes, así como la ayuda humanitaria estadounidense, han garantizado la ejecución del plan. El cese al fuego entró en vigor el 19 de enero de 2025.
El acuerdo supone una interrupción temporal de las hostilidades del conflicto que ha asolado la Franja de Gaza durante más de 15 meses. El pacto se estructura en tres fases principales y busca detener la violencia que ha dejado un saldo devastador de más de 46.000 muertos, miles de heridos y una destrucción generalizada. Sin embargo, la fragilidad del acuerdo y las tensiones persistentes entre ambas partes amenazan con obstaculizar su implementación.
La primera fase del acuerdo pasa por el alto al fuego, la retirada parcial del ejército israelí, el intercambio inicial de rehenes y la entrada de ayuda humanitaria en la Franja: Durante las primeras seis semanas, Hamás liberará a 33 rehenes, a cambio de prisioneros palestinos. Además, se facilitará el regreso de desplazados palestinos a sus hogares y la entrada de cientos de camiones de ayuda humanitaria. En una segunda fase, se completaría la retirada de las tropas israelíes del territorio de Gaza, así como la liberación de rehenes, de nuevo a cambio de la liberación de presos palestinos. Por último, se plantea de manera menos desarrollada, una última fase, todavía no negociada, en la que se prevé la reconstrucción de la Franja de Gaza y el establecimiento de un nuevo gobierno en el territorio.
A pesar del optimismo generado por el pacto, su ejecución plantea múltiples interrogantes. La retirada de las tropas israelíes, el regreso seguro de los desplazados palestinos y el control de los pasos fronterizos, serán puntos de fricción que podrían entorpecer el cumplimiento de las fases previstas. Además, la tercera etapa del acuerdo, que incluye la reconstrucción de Gaza y el establecimiento de un nuevo gobierno, dependerá de la voluntad política de las partes y de los actores internacionales involucrados.
Por otro lado, las tensiones internas en Israel suponen un desafío adicional. La oposición de la ultraderecha israelí a cualquier forma de concesión a Hamás podría desestabilizar la coalición liderada por Netanyahu, quien se enfrenta a una creciente presión política. Muestra de esta crisis interna es la renuncia del ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben- Gvir. Esta división interna contrasta con la aparente unidad estratégica de Hamás, que busca consolidar su posición entre los palestinos mediante la liberación de prisioneros y el alivio del bloqueo sobre Gaza.
El acuerdo entre Israel y Hamás no sólo marca un cese temporal de las hostilidades, sino que también reconfigura las dinámicas de poder en Oriente Próximo. La implicación activa de potencias regionales como Catar y Egipto refuerza su papel como mediadores clave, mientras que la participación de Estados Unidos consolida su influencia en la región. Sin embargo, esta tregua llega en un momento delicado, marcado por un cambio inminente en la Casa Blanca que podría alterar el equilibrio alcanzado.
La llegada de Donald Trump al poder ha sido un factor acelerador en estas negociaciones. El presidente electo ha dejado claro que su prioridad es estabilizar la región para avanzar en su ambiciosa agenda de normalización entre Israel y los países árabes, particularmente Arabia Saudí. Algo que Trump ya intentó a través de los Acuerdos de Abraham (2020) y que se vió frustrado, precisamente por los ataques de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023, y la consiguiente guerra en Gaza. Este movimiento estratégico podría consolidar su legado en política exterior y fortalecer la posición de Israel en un contexto de alianzas renovadas.
Más allá del conflicto inmediato, este alto al fuego podría sentar las bases para una transformación geopolítica en la región. Si las monarquías del Golfo lideran la reconstrucción de Gaza, esto no solo aliviará la crisis humanitaria, sino que también fortalecerá los vínculos entre Israel y los países árabes, cimentando la visión de una región más interconectada. Sin embargo, esta normalización podría tener un costo político significativo para los líderes involucrados, especialmente si implica concesiones territoriales o un replanteamiento de las políticas hacia los palestinos.
En paralelo, la postura de Irán, debilitado por sanciones internacionales y por la creciente presión sobre sus aliados en la región, será clave en los próximos meses. Su capacidad de maniobra se verá limitada, dejando a Hamás en una posición de mayor vulnerabilidad. Esto podría abrir una ventana de oportunidad para nuevas negociaciones, pero también podría derivar en un reajuste de alianzas que perpetúe la inestabilidad.
En última instancia, el alto al fuego debe entenderse como una oportunidad frágil pero significativa para avanzar hacia una estabilidad más amplia. Si las partes logran implementar las fases del acuerdo y la comunidad internacional respalda este proceso de manera efectiva, el conflicto en Gaza podría transformarse en un punto de inflexión para la región. No obstante, la tensión palestino- israelí es algo estructural y una paz duradera podría necesitar de acuerdos más complejos que atajasen el problema de forma más profunda.
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