11º BOLETÍN INFORMATIVO «EUROPA SE MUEVE» 27/02.
La ruptura entre Europa y Washington

LOS NÚMEROS DE TRUMP: EL PRECIO DE LOS HUEVOS NO BAJA.
Madrid, 27 de febrero de 2025
Jorge Solana, Colaborador del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo
Tras una campaña centrada en la inflación, las recetas económicas de la Administración Trump parecen muy alejadas de la máxima de “terminar” con ella desde el día 0, y no parece que vayan a terminar.
Habiendo transcurrido poco más de 30 días desde que Donald Trump juró su cargo como presidente de los Estados Unidos, todavía es pronto para disponer de datos económicos que permitan un análisis objetivo y racional sobre sus políticas económicas. No obstante, y en la tónica habitual del magnate, sus anuncios sobre política económica no solo han venido acompañados de sus desplantes y excentricidades habituales, sino que además contribuyen poco a las promesas que hizo en campaña a su electorado.
Una de las bazas principales del republicano ha sido la inflación: en un país donde los sueldos (como en todo el mundo) no han subido, mientras la cesta de la compra ha escalado continuamente con la pandemia y la guerra de Ucrania principalmente, el descontento popular se dispara. Trump calibró bien el estado de ánimo en torno a la cuestión: prometió “terminar con la inflación el día 1” de su Administración, como si transcribir sus palabras en una orden ejecutiva tuviera tal efecto sobre los mercados, y culpó a Biden de sus malas políticas económicas.
No obstante, desde que ganó las elecciones, Trump ha jugado dialécticamente con otro instrumento fiscal que poco ayuda a bajar los precios: los aranceles. Si bien este instrumento ha sido comprobado históricamente como útil para proteger las industrias nacientes y evitar competencias abusivas en el comercio internacional, el uso que ha hecho Trump de ellas ha sido político e incluso visceral: ha llegado a prometer aplicar una tasa del 25% sobre los productos procedentes de aliados históricos como Canadá o la UE (no sin antes obviar la política aduanera común y centrar las amenazas a España, que incluyó en los BRICS). Encarecer en un 25% las importaciones de EEUU no solo no ayuda a bajar los precios en una economía; de hecho, los aumenta. La inflación de Estados Unidos en enero de 2025 se ha mantenido en el 3% (de hecho, aumentando una décima respecto a diciembre), y con estos cambios es difícil esperar una bajada en esta tasa de crecimiento.
Por otra parte, otra de sus políticas clave puede tener efectos perniciosos sobre la cesta de la compra de los estadounidenses: las deportaciones masivas. Aunque cueste separar el aspecto humano de una medida tan xenófoba, degradante (con aviones de deportación con inmigrantes engrilletados) y clasista (que, casualmente, no afecta a los empresarios que contratan a los inmigrantes y se lucran de su irregularidad); tiene unos efectos económicos adversos, especialmente en lo referente a precios: económicamente, reduce la oferta de trabajo, y además por el eslabón más competitivo en salarios (es decir, los que menos cobran). Si la deportación masiva sigue su curso, los trabajadores de EEUU serán menos, con más derechos y más capacidad de negociación que antes. Suena bien, y esta contingencia debería suceder con o sin inmigración irregular, pero a fin de cuentas implica mayores sueldos, mayores costes laborales y mayores precios.
En definitiva, la política de precios de Donald Trump parece conducir a un rotundo fracaso. Su vía de crecimiento, reimpulsando la producción nacional mediante aranceles indiscriminados y aderezados con deportaciones masivas de trabajadores, solo puede dar resultados en el largo plazo, y en el corto supone una llamada al encarecimiento de los productos estadounidenses. No en vano, el dólar ya se ha apreciado un 5% respecto al euro desde noviembre, lo que ya de por sí empeora su competitividad comercial; y aunque haya habido una ligera depreciación este mes el cambio de tendencia es claro. Y además de esto, deteriorando su relación con sus socios atlánticos a la par que coquetea con autocracias como la rusa. Aunque el tiempo – y las series temporales de empleo, precios y producción – tendrá la última palabra, todo parece indicar que Trump ya tiene su primera promesa incumplida: el precio de los huevos no va a bajar, y habrá que cruzar los dedos para que no suba.
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