La Unión Europa contaba hasta ahora con el apoyo incondicional de los Estados Unidos. Donald Trump criticó abiertamente durante su campaña electoral a la UE y tomó como principal referente europeo a Nigel Farage, fundador del “Partido por la Independencia del Reino Unido” (UKIP), enemigo declarado del proyecto integrador y principal impulsor de la campaña contra la permanencia de su país de la UE. Trump ha hablado igualmente de la necesidad de llegar a un acuerdo con Vladimir Putin para reducir el nivel de tensión entre Estados Unidos y Rusia sobre la sabe de concesiones a este país en la zona de fricción entre la UE y Rusia y ha dicho de expreso que no estaba de acuerdo a ir a la guerra por Estado, que pertenece tanto a la UE como a la Alianza Atlántica. Ha amenazado a sus socios europeos con retirarse de la OTAN si no aumentan la cuantía desu gasto en defensa. La mayor parte del electorado norteamericano votó en contra de Trump y a favor de su rival, la candidata demócrata Hillary Clinton, que le ha sacado casi dos millones de votos de ventaja, pero Trump ha obtenido una mayoría de los compromisarios para la elección de presidente y parece inevitable que el colegio electoral vote a su favor a pesar de que la mayor parte de los ciudadanos de los Estados Unidos votaron en contra. El Partido Republicano, que ha apoyado su campaña presidencial ha obtenido, además, la mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso, con lo cual el sistema norteamericanode frenos y contrapesos no funcionaría en esta ocasión.
La acción política parte de la premisa de que los gobernantes elegidos democráticamente deberán cumplir lo que han prometido en su campaña electoral. No hay razón para dudar que Trump pondrá en práctica la política contraria a la UE que ha anunciado y que llegará a un acuerdo con Rusia dirigido frustrar el apoyo de la UE a la democracia en la Europa oriental.
El presidente saliente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha afirmado, después de entrevistarse con Trump que éste no va a poner en práctica lo que anunció que haría durante su campaña electoral. Las declaraciones de Obama han sido aprovechadas por los dirigentes europeas para hablar en favor de buscar un entendimiento con el futuro presidente. La Sra. Merkel, después de reunirse con Obama en Berlín, ha declarado que Alemania está dispuesta a aumentar su gasto militar y ha manifestado su disposición a colaborar con el nuevo presidente. Otros jefes de gobierno europeo, como Theresa May en el Reino Unido, Viktor Orbán en Hungría, o Mariano Rajoy en España, han hecho declaraciones en el mismo sentido. Hasta el gobierno polaco, que sería el que más motivos de preocupación debería tener ante un eventual acuerdo entre Putin y Trump contra la UE ha hecho declaraciones benévolas sobre el presidente electo.
Nada abona hasta el momento la tesis de que Trump se vaya a apartar del cumplimiento de sus compromisos electorales. Los primeros nombramientos que ha propuesto confirman que va a seguir una línea ultranacionalista, y su anuncio de poner fin al Acuerdo del Pacífico (“TTP”) apunta en la misma línea de abandono del multilateralismo y de los aliados tradicionales de los Estados Unidos en favor de una política de defensa a ultranza de los intereses nacionales de su país.
Si Trump y Putin llegan a un acuerdo que mine la actual política de la UE sobre la Europa oriental, podríamos encontrarnos en una situación parecida a la de Polonia en el siglo XVIII, cuando las grandes potencias vecinas, Austria, Prusia y Rusia, se repartieron el país. Polonia estaba en aquella época incapacitado para actuar en defensa de su independencia por el sistema del “liberum veto” cada uno de los nobles podía oponer en la Dieta (Sejm) a toda discusión en la asamblea o toda decisión diciendo en alta voz “no lo permito”. La incapacidad del Sejm para toma decisiones llevó a la desaparición de Polonia en el siglo XVIII.
A pesar de los avances institucionales que introdujeron los Tratados de Lisboa, la UE sigue funcionando de acuerdo con un sistema de veto libre de cada uno de los Estados miembros para los acuerdos importantes, quedando el voto mayoritario relegado las decisiones de menor importancia. Mientras la UE contaba con el apoyo incondicional de los Estados Unidos este sistema era soportable, porque la primera potencia mundial garantizaba la defensa y las bases económicos de la UE y sus Estados miembros. Si el Gobierno norteamericano deja llega a un acuerdo con Putin sobre Europa, sería suicida para la UE continuar con este procedimiento de toma de decisiones. Los derechos y libertados de los ciudadanos europeos quedarían expuestos al arbitrio de acuerdos entre las dos superpotencias, sin que las instituciones comunes o los Estados miembros puedan defenderlos.
No es posible exponer en este corto artículo las posibilidades de supervivencia de la UE en el caso de que las dos superpotencias lleguen a un acuerdo sobre el cadáver de Europa. No bastaría con aumentar el gasto militar para contentar al nuevo presidente de los Estados Unidos. La UE tendría que desarrollar una política exterior propia basada en las nuevas realidades y en nuevas alianzas que compense la pérdida de su principal valedor. Para ello, las instituciones supranacionales deberán conseguir el apoyo de sus ciudadanos ya que esa nueva política podría exigir nuevos sacrificios. Los Estados miembros no pueden seguir escondiéndose en su concha de la soberanía nacional, sino que tendrían que asumir nuevos compromisos nacionales y para ello será necesario movilizar a las opiniones públicas de los Estados miembros advirtiéndoles previamente de los peligros que crea la nueva situación. La elección de Trump deberá abrir una nueva etapa en el proceso de integración para la que los ciudadanos de los UE no están preparados, pero la UE no puede permanecer inmóvil en el nuevo escenario.
Manuel MEDINA ORTEGA, Catedrático de Derecho internacional y Relaciones internacionales, Profesor honorífico en la Universidad Complutense, Madrid
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