El 20 de enero de 2017, Donald John Trump se convertirá en el 45º Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica (EEUU), sucediendo a Barak Obama. Un miembro atípico del Partido Republicano, sin experiencia política, sustituirá a otro del Partido Demócrata, en este caso buen conocedor del mundo político antes de ser elegido Presidente de los EEUU.
Tanto en el plano nacional, como en el internacional, ser Presidente de los EEUU es una muy importante responsabilidad. Desde el punto de vista económico, comercial, medioambiental, de seguridad y defensa, principalmente, quien ostente la Presidencia de los EEUU se convierte en un actor de primer nivel por su carácter de poder catalizador, es decir, acelerador o retardador de reacciones en el plano mundial.
Es por ello por lo que los mensajes de Trump, a lo largo de una mediática, provocativa, desconcertante y controvertida campaña electoral, no han dejado indiferentes a sus receptores, tanto dentro, como fuera de Norteamérica y, por supuesto, a los europeos.
En el fondo, en Europa, al igual que con el referéndum en el Reino Unido sobre su pertenencia a la Unión Europea (UE), popularmente conocido con el palabro “Brexit”, se pensaba que Trump, finalmente, no ganaría las elecciones. Fundamentalmente, por ese extraño convencimiento de que no ocurre lo que no queremos que ocurra y que, posteriormente, lo que acontece se encarga siempre de demostrar lo infundado del mismo.
Los dirigentes de la UE no se encontraban predispuestos a que acaeciesen cosas que, en principio, parecían fuera de la lógica y del sentido común.
Es evidente que la realidad ha superado a cualquier ficción y que, ahora, la UE se enfrenta a un escenario de grandes incertidumbres, como lo son el proceso de desconexión del Reino Unido o que presida los EEUU alguien que apoya, precisamente, dicha desconexión, por ejemplo.
Las dos palabras mas consultadas en los buscadores en internet al uso durante 2016, han sido Brexit y Trump. Ello pone de manifiesto que los ciudadanos, en general, buscan respuestas a cosas que suceden y que no acaban de comprender y, por tanto, les generan inquietudes.
“Make America great again”, lema de la campaña de Trump, manifiesta a las claras un enfoque de introspección en el frontispicio de las prioridades de su presidencia. Sería algo así como volver a ser más americanos, empezando por casa.
En las relaciones con Europa esto plantea una serie de incógnitas:
- El futuro del TTIP (Acuerdo Trasatlántico para el Comercio y la Inversión, por sus siglas en inglés), ¿seguirá el camino de vía muerta del TPP (Acuerdo Transpacífico)?
- ¿Qué consecuencias tendrá todo ello en los procesos de liberalización comercial en el plano global?
- ¿Ocurrirá algo parecido con el Acuerdo de París sobre cambio climático?
- ¿Cómo afectará el control de la inmigración en los EEUU al enfoque europeo de la misma y, particularmente, a su opinión pública?
- El paraguas defensivo de la OTAN, imprescindible para la seguridad de Europa, ¿como quedará frente a la exigencia de Trump de un mayor compromiso con esta organización por parte de sus miembros europeos, cuando sólo cuatro países de la Unión Europea cumplen con el objetivo acordado en la cumbre de Gales de 2014 de destinar en 2024 el 2% del PIB a su financiación?
- La combinación de un importante recorte en los impuestos, especialmente en el de sociedades, junto con un incremento sensible de los gastos en infraestructuras, con el consiguiente mayor endeudamiento, ¿cómo impactará en los mercados y, sobre todo, en la estabilidad de la zona Euro?
Tras la anexión de Crimea por Rusia se produjeron no pocas angustias en la Unión Europea, particularmente en los países del Báltico. Trump ha manifestado su admiración por la capacidad de decisión y control de Putin. ¿Se traducirá esto en una inhibición ante posibles maniobras desestabilizadoras rusas que afecten a los equilibrios geoestratégicos de Europa?
Estas incógnitas, por el momento, no son fáciles de despejar y, lo más importante, es que sus consecuencias se dejarán sentir en el medio y largo plazo, es decir, una vez avanzado el mandato presidencial de Trump. Por tanto, las políticas que impulse no podremos analizarlas hasta conocer su alcance.
Existe, por consiguiente, el riesgo de que la Presidencia de Donald Trump, provoque en la Unión Europea turbulencias significativas. Todo ello en un escenario marcado, en el corto plazo de 2017, por elecciones en dos países críticos en la integración de Europa, como lo son Francia y Alemania y, además, con el inicio, en principio, en la primavera de ese año, del proceso de divorcio del Reino Unido de la Unión Europea.
Ahora más que nunca, se necesita que los europeos creamos en nuestro destino común, que no es otro que el avance en la integración de nuestro continente. La división no nos ayudará a resolver problemas compartidos. Al contrario, la Unión Europea necesita una mayor cohesión interna para hacer frente a los retos a los que se enfrenta y que, es evidente, ponen a prueba la capacidad de diálogo y de compromiso de los europeos con los principios y valores sobre los que se sustenta nuestro modelo de convivencia. ¿Somos conscientes los europeos de lo que nos estamos jugando? ¿Dejaremos los europeos, al abandonar enfoques puramente nacionales, de ser nuestros peores enemigos ? ¿Será capaz Europa de encontrarse a si misma?
José Isaías Rodríguez García-Caro
Consejero LLORENTE&CUENCA
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