1. 12 de junio de 1985: La firma del Tratado de Adhesión marcó la entrada de la península ibérica en las Comunidades Europeas y sentó las bases de la Unión Europea moderna.

19º BOLETÍN INFORMATIVO «EUROPA SE MUEVE» 10/06.

LA CONMEMORACIÓN DEL 40 ANIVERSARIO DE LA FIRMA DEL TRATADO DE ADHESIÓN DE PORTUGAL Y ESPAÑA

12 DE JUNIO DE 1985: LA FIRMA DEL TRATADO DE ADHESIÓN MARCÓ LA ENTRADA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LAS COMUNIDADES EUROPEAS Y SENTÓ LAS BASES DE LA UNIÓN EUROPEA MODERNA.

Madrid, 10 de junio de 2025

Laura Jiménez de Vicente, Colaborador del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo.

El 12 de junio de 1985 quedó grabado en la historia como el día en que Portugal y España firmaron su entrada en las Comunidades Europeas, marcando un antes y un después en el mapa político, económico y social de Europa. Cuarenta años después, aquella firma representa mucho más que una adhesión institucional: fue el símbolo de la consolidación democrática, la apertura hacia el futuro y el impulso definitivo hacia una Europa unida, plural y solidaria.

Foto: La Firma del Tratado de Adhesión el 12 de junio de 1985.

La Europa de mediados de los años 80 vivía un momento de transformación. Tras décadas marcadas por la Guerra Fría, la división del continente y los estragos del autoritarismo en algunos países del sur, el proyecto europeo se expandía más allá del núcleo inicial de seis miembros fundadores. La ampliación hacia el sur era, ante todo, un acto de reconocimiento y confianza en las democracias emergentes de Grecia y de la península ibérica.
Portugal y España habían salido recientemente de sendas dictaduras – la de António de Oliveira Salazar, derrocado en la Revolución de los Claveles de 1974 y la de Francisco Franco en 1975. Sus jóvenes democracias buscaban anclaje, estabilidad y prosperidad. La adhesión a las Comunidades Europeas ofrecía exactamente eso: integración política, modernización económica y legitimidad internacional.
Tras años de negociaciones, el 12 de junio de 1985, en el Palacio Real de Madrid y en Palacio de Belén de Lisboa, los representantes de ambos países firmaron los Tratados de Adhesión. Un acto cargado de simbolismo, seguido de celebraciones populares y discursos que auguraban un futuro compartido. El ingreso formal, que se haría efectivo el 1 de enero de 1986, implicó la adopción del acervo comunitario, es decir, del conjunto de normas, valores e instituciones que sustentaban el proyecto europeo. Para Portugal y España, significó la apertura de sus mercados, la reestructuración de sus sectores productivos y el acceso a fondos estructurales vitales para el desarrollo regional.
En términos económicos, ambos países se beneficiaron del impulso de políticas agrícolas y de cohesión que permitieron una modernización acelerada. La construcción de infraestructuras, la mejora del sistema educativo, la expansión del transporte y las telecomunicaciones, y la profesionalización del sector empresarial fueron algunas de las consecuencias directas de la integración. Pero no todo fue sencillo. La apertura al mercado común supuso también desafíos: reconversión industrial, competencia exterior, y exigencias de adaptación institucional y jurídica. Aun así, el balance tras cuatro décadas es contundente: sin Europa, difícilmente España y Portugal habrían alcanzado sus actuales niveles de desarrollo, estabilidad y proyección internacional.
La adhesión de España y Portugal supuso también una afirmación política: Europa no era solo un mercado, sino una comunidad de valores. El Tratado de Adhesión reflejaba el compromiso de ambos países con los principios democráticos, los derechos humanos y el Estado de derecho. En un momento en que la UE atraviesa graves desafíos como es la agresión rusa a Ucrania, recordar el espíritu de 1985 es esencial. Fue una ampliación que no debilitó el proyecto, sino que lo fortaleció, aportando diversidad cultural, visión atlántica, y una mayor legitimidad como unión de pueblos libres y soberanos.
España ha contribuido de forma activa a la construcción europea, aportando una ciudadanía profundamente europeísta, una política exterior con vocación atlántica y mediterránea, y una defensa constante de la cohesión territorial como principio estructural. Ha sido clave en la definición de la Política Agrícola Común, ha desempeñado un papel relevante en los tratados de Ámsterdam, Niza y Lisboa, y ha respaldado siempre las ampliaciones de la Unión, incluso cuando ello implicaba costes políticos o económicos. Su compromiso firme con una Europa más unida, solidaria y democrática ha hecho de España un socio imprescindible en el desarrollo de la Unión tal como la conocemos hoy. Actualmente, Portugal y España son miembros influyentes de la Unión Europea. Ambos han ejercido la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, han participado activamente en la definición de políticas clave, y han sido actores destacados en iniciativas de integración regional, cooperación euromediterránea y proyección internacional de la UE hacia América Latina y África.
La ciudadanía europea, la moneda única, la libertad de circulación y el acceso a programas como Erasmus+ son hoy realidades cotidianas que nacieron de aquella decisión histórica. La firma del Tratado de Adhesión no fue solo la entrada en una institución; fue el inicio de una transformación cultural y política que cambió la manera en que españoles y portugueses se ven a sí mismos en el mundo. La conmemoración del 12 de junio de 1985 nos recuerda que la unidad no es un acto puntual, sino un proceso constante. El Tratado de Adhesión fue una promesa cumplida de inclusión, de solidaridad y de futuro compartido y comprometido con el proyecto europeo.

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