El próximo mes de mayo, una vez más los europeos estamos llamados a decidir nuestro futuro.
Desde 1979, esta será la novena ocasión en la que los ciudadanos europeos estamos convocados a elegir a nuestros representantes por sufragio universal directo. Y si bien todas las elecciones han tenido una gran importancia en el desarrollo del proceso de integración en Europa, estas podemos verlas como especialmente decisivas.
El Parlamento que salga de estas urnas se enfrenta a decisiones importantes sobre el futuro de Europa, a pesar de estar rodeadas de una gran incertidumbre. La primera cuestión que está en el aire es cuántos diputados vamos a elegir, en función si participan o no los ciudadanos británicos).
El Parlamento de la IX Legislatura será el que tenga que hacer frente a una situación tan poco cotidiana como que la desconexión de un Estado miembro pueda producirse sin lesionar los logros de la UE para el resto, y sin afectar a la población. Si bien hasta ahora ha sido el equipo negociador quien ha estado sentando las bases, concluido el proceso será el Parlamento el que tenga que adoptar las normas necesarias. Algo tan difícil, como señala Michel Barnier como “destricotar un jersey”.
Pero también será el Parlamento que tenga que plantearse el futuro inmediato, y así el que tenga decidir sobre el marco financiero plurianual para el periodo 2021 a 2028, es decir más allá de su mandato, condicionando de esta manera el desarrollo de futuro de la UE.
Es el Parlamento que tendrá que decidir las normas que permitan a la UE hacer frente al cambio climático en una actuación conforme a los principios de responsabilidad con el futuro que ha mantenido la UE en los foros internacionales.
2020 es el año objetivo para muchos de los grandes proyectos estratégicos de la UE como Horizonte 2020 o Estrategia 2020.
Debemos tener claro cuál es el papel que queremos para la UE en todos estos desafíos. Para ello, desde marzo de 2017, los Estados miembros y la Comisión están trabajando intensamente en el diseño de este futuro. Pero no basta con estas posiciones, hay que comprometer a la sociedad civil, de ahí las consultas sobre el futuro de Europa y las convenciones ciudadanas que se han realizado a lo largo de 2018.
Y ahora es el momento de institucionalizar esta voz de los ciudadanos, pero para ello tienen que querer participar.
La mayor preocupación de las instituciones europeas es el grado de abstención que se espera. En las últimas elecciones sólo el 26% de los jóvenes entre 18 y 24 años con derecho a voto lo ejercieron. El ciudadano medio tiene una gran desafección por los temas europeos. Piensa que ya está todo hecho, que se maneja entre unos cuantos, y que al final se eligen a los políticos que tratan de temas que les resultan lejanos.
Es importante concienciar a la población de la importancia de participar en estas elecciones. Me parece muy impactante el tweet del Parlamento Europeo en el que interpela al joven diciéndole que si no votas eres invisible, pero lo cierto es las respuestas al tweet son desoladoras.
Pienso que debemos ser muy claros en los mensajes y que al ciudadano le llegue la información de cuantas de las normas que se nos aplican tienen su origen en la UE. También cómo para adoptar estas normas es esencial el peso del Parlamento, y no sólo de los representantes de los Estados ni de los altos funcionarios. Que la voz del Parlamento Europeo se formará con la opinión de los que vayamos a votar, y que si preferimos no ir alguien irá y con su opinión nos gobernará. Que Europa es inclusiva y aquí cabemos todos siempre que respetemos las reglas de juego (democracia, estado de derecho, dignidad, igualdad, derechos humanos)
Por tanto, si no queremos que otros decidan por nosotros; si creemos que la Unión Europea sigue siendo un medio para alcanzar la paz, sus valores y el bienestar de los pueblos, no tenemos sólo que ir a votar sino el convertirnos también en agentes multiplicadores del mensaje.
Son muchos los desafíos a los que nos enfrentamos (migración, cambio climático, seguridad interior, posición en un mundo global, envejecimiento de la población, el entorno de la inteligencia artificial, la xenofobia,…), pero sin duda, y parafraseando a Ortega me permito decir, que Europa es la solución.
Marycruz Arcos Vargas.
Presidente del Consejo Andaluz del Movimiento Europeo
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