Estados fallidos y clásicos fallidos

En una visita a un país en desarrollo con serios problemas institucionales pude ver en la mesa de trabajo de una distinguida representante de una importante institución internacional un ejemplar del libro de Daron Acemoglu y James Robinson “Por qué fracasan los países” (Why Nations Fail) con signos claros de uso, como varios marcadores de páginas y profusos rastros de rotulador fluorescente. Yo contaba con un ejemplar del libro desde hacía tiempo pero no me había atrevido con él. Había llegado pues el momento de leerlo, con la esperanza de encontrar claves sobre el origen de los problemas de los estados fallidos, la oligarquía y el clientelismo, que había podido ver de cerca, y cómo abordarlos.

Las reseñas sobre el libro han sido numerosas, y ha inspirado incluso comentarios populares sobre su principal tesis, que es que la clave de la pobreza y la desigualdad son las ‘élites extractivas’ que impiden el desarrollo de ‘instituciones económicas inclusivas’, que según Acemoglu y Robinson dependen de ‘instituciones políticas inclusivas’ para ser efectivas y sostenerse en el tiempo. Cabe destacar las reseñas de Paul Collier, Francis Fukuyama o William Easterly, y el debate surgido en algunos blogs españoles en el que destacaría la reseña de Regina Grafe.

Unos cuantos años después de que se escribieran estas reseñas de personas ilustres a las que tengo gran respeto, para mi sorpresa, la lectura de este libro fue para mí una de las más irritantes que he hecho. Quizás me ha irritado particularmente porque mis expectativas eran muy altas, y además sigo estando de acuerdo con las tesis de fondo del libro: la política determina las instituciones, las instituciones son determinantes para el desarrollo, la democracia y una economía de mercado abierta se ayudan mutuamente, y la inclusividad es muy importante. Son tesis razonables, y de hecho no las encuentro particularmente innovadoras. Pero Acemoglu y Robinson defienden sus tesis con argumentos y ejemplos históricos que no encuentro convincentes en absoluto. Muy pronto en la lectura del libro los autores se ganaron mi antipatía por su tratamiento de un tema sensible y de gran actualidad: la frontera de los Estados Unidos con México.

Los  autores parten de la observación de una fuerte diferencia de renta en la frontera de Nogales, entre Estados Unidos y México. Y afirman con gran confianza que la causa de la diferencia proviene de los orígenes tempranos de la colonización por parte de España y por parte de Inglaterra:

“Why are the institutions of the United States so mucho more conducive to economic success than those of Mexico or (…) the rest of Latin America? The answer to this question lies in the way the different societies formed during the early colonial period. […]

(…) the first stay of the Spaniards [en Buenos Aires] was short lived. They were not after good airs, but resources to extract and labor to coerce. (…) The Spanish strategy of colonization was very effective. First perfected by Cortés in Mexico, (…) [it] enabled the Spanish to claim the accumulated wealth of the leader and coerce the indigenous peoples to give tribute and food.

(…) Throughout the Spanish colonial world in the Americas, similar institutions and social structures emerged. After an initial phase of looting, and gold and silver lust, the Spanish created a web of institutions designed to exploit the indigenous peoples. The full gamut of encomienda, mita, repartimiento and trajín was designed to force indigenous people’s living standards down to a subsistence level and thus extract all income in excess of this for Spaniards.”

Para un público español o hispanoamericano son evidentes los problemas de este crudo tratamiento de un episodio histórico complejo como la colonización de América. No debería ser demasiado pedir una discusión sobre Francisco de Vitoria y el ‘derecho de gentes’ (Jus Gentium), o al menos debatir sobre la existencia de una leyenda negra. Los autores subordinan, de forma determinista, sucesos históricos como la intervención de potencias extranjeras, las cualidades de los dirigentes, la importancia y la difusión de las ideas, la composición de la población, y  las normas y patrones migratorios, a una tesis principal del libro:

“poor countries are poor because because those who have power make choices that create poverty. They get it wrong not by mistake or ignorance but on purpose.”

Las motivaciones de los gobernantes, conquistadores y colonizadores españoles eran mucho más complejas de lo que se reseña, con dimensiones políticas y religiosas muy importantes. Pero el mayor problema es que se utiliza de forma comparativa con la colonización británica, para explicar las diferencias de renta. El salto lógico atribuyendo la diferencia entre las instituciones actuales en EEUU y México al diferente origen de las sociedades coloniales es muy grande, y no es nuevo.

“(…) Ultimately the good economic institutions of the United States resulted from the political institutions that gradually emerged after 1619.”

Los autores son anticolonialistas en general, y también critican la colonización británica en muchos casos, pero con mucha menor ferocidad para el caso de los Estados Unidos:

“Though indigenous peoples had been sidelined [in the United States], [a long series of legislative acts which gave access to frontier lands] created an egalitarian and economically dynamic frontier.”

‘Dejados de lado’ no parece un eufemismo casual para referirse a la tragedia de los nativos de Estados Unidos[1], y sorprende el contraste con el vocabulario aplicado a los colonizadores españoles. Esto va en línea con una vieja tradición de académicos anglosajones, que creíamos enterrada, al menos en las facultades de historia, por un creciente respeto a la herencia hispana. Pero como análisis comparativo de modelos de colonización no resulta particularmente convincente.

Mi fastidio crecía con los capítulos, hasta el punto de considerar verdaderamente asombrosa la capacidad de los autores para hacer afirmaciones aventuradas. No se puede acusar a los autores de exceso de modestia, querían explicar la historia, la economía y la desigualdad desde la Revolución Neolítica:

“we’ve offered a simple theory and used it to explain the main contours of economic and political development around the world since the Neolithic Revolution. Our choice was motivated not by a naïve belief that such a theory could explain everything, but by the belief that a theory should enable us to focus on the parallels, sometimes at the expense of abstracting from many interesting details” (p. 429)

Las consecuencias de este planteamiento son serias, y no creo un excesivo atrevimiento señalarlas: Problemas de falta de rigor en el tratamiento histórico, exceso de simplificación y generalización, saltos lógicos, uso selectivo de hechos y factores contrapuestos. Encajar los hechos históricos a martillazos para que cuadren con las tesis centrales. Me sorprendí a mí mismo tratando de desterrar de mi mente el pensamiento de que los autores forman parte de una élite universitaria de la ‘Ivy League’, extractiva de mi bolsillo, y que merecían una respuesta que debería titularse “Why Acemoglu & Robinson Fail”.

Yo buscaba un libro que formulara hipótesis sobre las causas del deterioro de las instituciones, que diera algunas claves sobre cómo funcionan, y cómo mejorar las instituciones teniendo en cuenta realidades complejas como el clientelismo, las oligarquías, las dificultades políticas de lidiar con diferencias étnicas e ideológicas o las potencias extranjeras. Y me encontré con un libro que tenía las mismas ambiciones que Adam Smith o Karl Marx, de ofrecer una guía para entender el conjunto de la historia económica del mundo, pero mucha menor capacidad de convicción.

[1] Los autores sostienen que para los ingleses ‘no había indios a los que explotar’ y que eso determina la elección de un modelo de colonización que suministra mayores incentivos a los colonizadores y una mayor igualdad económica. Para ello suministra un mapa (mapa 2) bastante poco plausible en el que postula que los templados EEUU apenas estaban poblados, tenían una densidad menor que el frío Canadá. La tesis opuesta es que la población nativa era significativa pero fue desplazada o decimada, y que el mestizaje fue mucho menor que en las colonias españolas.

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