12º BOLETÍN INFORMATIVO «EUROPA SE MUEVE» 07/03.
La reacción de la Unión Europea y Europa frente al cambio de alianzas de Trump

UCRANIA: UNA SOLUCIÓN FEDERAL PARA EL DONBASS
San Sebastián de los Reyes, 29 de septiembre de 2022
Carlos María Bru Purón,
Colaboración en el libro de Aldecoa & otros, “La UE frente a la agresión a Ucrania”, Ed. Catarata 2022.
I.-En un texto mío1inmediatamente posterior a la invasión rusa de Ucrania, se aludía a la “noche -y sucesivos destellos de luz- de viejos tiempos en la historia de las relaciones entre Rusia y Ucrania.”
Y -muy sintéticamente- recordaba de esa historia, “la pretendida madre única Rus’ abarcante de las actuales Ucrania, Bielorrusia y Rusia europea y cuya capital Kiev, cambió de signo -según Norman Davies- “150 veces en dos años”2, todo ello aderezado de “tártaros, mongoles, otomanos y -sobre todo- cosacos que coronan los primeros Romanov (Alexis S. XVII, Kiev en el bolsillo), Catalina (S. XVIII, “del Dnieper a Siberia”3), el “Hetman State” de 100 años seguidos bajo una constante “bulimia política”, o “hambre canina”4zarista de que habla Normam Davies, de consecuentes salidas y entradas en y de dorados salones soberanos entre cortinajes a veces de terciopelo y a veces salpicados de dagas.
Y de esta guisa estamos, hasta llegar en 1917 a un leninismo que adoptó un modelo elástico, de signo federal, para 15 Estados entre ellos la “Federación (¿sub-federación?) Rusa”, pero después revocado por el unitarismo de Stalin y todavía hoy repudiado por Putin quien acusa a Lenin de “inventar Ucrania” y traicionar a Rusia.
Y así llegamos hasta el final de la URSS en que Gorbachov a través de su perestroika de los años 80 del siglo pasado, facilitó un aflojamiento de la anterior férrea y pseudo-federalista integración, para pasar a un auténtico sistema de este orden, el autonómico/participativo en que también estaba incluida Ucrania. Pero como nos ha hecho ver el acreditado historiador del “corto siglo XX”, Eric Hobsbawn, esta solución, inequívocamente federalista, de Gorbachov, fue tumbada por el neocentralismo de su sucesor Yeltsin que “aceleró la carrera hacia la separación total: Ucrania declaró inmediatamente su independencia”5.
Y, a partir de la obligada y firme condena de la infame invasión rusa iniciada el día 24 de febrero último, de la solidaridad europea y en gran parte mundial con el Gobierno y pueblo ucranios, de la perentoriedad de una ayuda no solo humanitaria sino estratégica a los mismos, del hecho de estar parando pies y tanques al criminal de guerra que preside tribunas y kilométricas mesas en el Kremlin, de la incipiente protesta interna rusa… cabe alguna esperanza.
Esperanza si al día de redacción de estas líneas siguen las sesiones negociadoras iniciadas en Minsk el día 27 de febrero, hoy limitadas a la muy plausible creación de corredores humanitarios, deseablemente extensible al fondo del asunto, por supuesto a partir de la retirada inmediata por parte de las fuerzas invasoras. Y es a este efecto digno de recordar que en la historia se han dado casos de reuniones secretas entre beligerantes o más abiertas al final de las contiendas; pero nunca desde ab initio y a cara descubierta, como ahora en la capital bielorrusa. Es un novedoso camino, y sería de desear que en su trayecto o desde sus bordes la noble figura de la Alta Representación de la UE ofreciese su discreto y eficaz apoyo hasta llegar a acuerdos.
Acuerdos que reiterarían los firmados, también en Minsk los años 2014 y 2015, pero por ambas partes incumplidos. En el definitivo, el punto 10 literalmente preveía “la descentralización (teniendo en cuenta las peculiaridades de determinados distritos de las provincias de Donetsk y Lugansk, de acuerdo con los representantes de estos distritos), (…) situación especial de determinados distritos de las provincias de Donetsk y Lugansk a finales de 2015”.
Ni uno ni otro Estado cumplió: Ucrania negando de facto y de iure la mínima autonomía de esas regiones, y para rematar, el reconocimiento por Rusia de las mismas, debidamente autónomas, como Estados independientes.
Pero entre autonomía e independencia hay grados. Un dato a tener en cuenta porque, por humano, es irrenunciable, es el de la lengua: en ambas zonas se habla ruso al 90%. ¿No cabe una gradación de la pertenencia de ambas regiones a Ucrania sin merma de sus lazos con Rusia y – lo más importante- una propia gobernanza multinivel que permita y a la vez dinamice la particular relación de cada zona con uno y otro vecino, a Oeste y Este?
Caso singular, sí, pero la asimetría en grado de pertenencia es consustancial al federalismo. (…) debe serlo para “provincias” (¿no convendría cambiar el vocablo?) asentada sobre territorios lindantes con, y limítrofes de, sendos Estados de vieja y recuperable amistad.”
II.- Y al momento de redactar estas líneas, mucho de lo recogido en ese texto puedo reiterarlo, eso sí, acompañado de la cada día más obligada condena de la criminal invasión rusa de 24 de febrero, así como de los probables crímenes de guerra cometidos por el invasor (Bucha, Zaporiyia, etc.), pero también de un elogio al esfuerzo y logro de reconquista de anchos territorios por parte de las fuerzas ucranianas. Pero recargado de justa indignación por la teatral convocatoria de unos mal llamados Referendums (son consultas vinculantes, no se refrenda un texto articulado) y su tan previsible como falso éxito.
Así mismo, vuelvo al cauteloso intento negociador entre Rusia y Ucrania sobre puntos concretos, actualmente recayentes sobre el permiso que -a través de la intermediación turca han obtenido las exportaciones ucranianas de cereales hacia Occidente.
Ello -y los crecientemente adversos efectos económicos que para la economía rusa significan la merma en su exportación de fósiles y el cerco financiero occidental -pudieren llevar al atisbo de un futuro mínimo sentido común en los hoy desvariados Putín y secuaces y, con ello, el regreso a los anteriormente citados Acuerdos de Minsk de 2014, en los que deseablemente la expresión “provincias” (oblast) fuese sustituida por “territorios”, sin mayor precisión.
Porque al indiscutible y ya citado dato del predominio (90%) de la lengua rusa, cabe añadir el de orden geográfico: repetidas dos oblast integran la conocida como región denominada Donbáss, que a su vez linda con una Crimea actualmente rusa (por cierto, la forzada adhesión de 2015 fue tolerada silenciosa y resignadamente por el resto de las potencias mundiales), y no lejana de Odessa (¿no era rusa aquella emblemática escalera filmada por Eisenstein?).
Ello hace del Donbáss, algo menos de las provincias Jersón y Zaporiyia, zonas tan alejadas de Moscú como de Kiev, poblaciones ansiosas -según un reconocido líder obrero sacrificado en el Holomodor (1933)- de “regirse por sus ciudadanos y, dentro de ellas, por sus empresas”: he aquí la intuición federalizante capaz, en un futuro quizá hoy utópico pero pleno de futuro, cómo la única solución, la prevista por los Acuerdos de Minsk de 2015: autonomía.
Ciertamente, esto no es el hoy. El hoy es War, y tal guerra amenaza seguir y agravarse por el emocionalismo que, en territorios colindantes y poblaciones mezcladas, habitualmente se da. Si a ello se añaden conflictos históricos de orden nacionalista o religioso (recordemos el acendrado catolicismo en zonas del oeste de Ucrania y la mucha mayor difusión ortodoxa), surgen las lindes de creación estatal, creencia popular y cotidiano combate por las mismas.
Lindes que, en toda su longitud, enlutan o enlutaron relaciones vecinales en, p. ej., Irlanda del Norte, zona norte de Kosovo, Sahara Occidental, Abjasia y Osetia del Sur, Kurdistán, Hong Kong, etc. O -más disparatado aún- cuando la linde discurre en concéntrico: he ahí el fenómeno “muñeca rusa” de Nagorno Karabaj, donde un territorio bajo autoridad armenia es enclave en el de soberanía azerí y, a su vez, un sector poblacional del enclave mismo ansía liberarse del signo propio y agregarse al del circundante*.
Pero, a la inversa, el espíritu negociador -concretamente el siguiente a la 2ª guerra mundial- ha ofrecido fenómenos bien distintos a los arriba consignados. Símbolo real de aquellos es el de Kaliningrado, enclave -o mejor, “exclave”- ruso en territorio plenamente alemán (la antigua Könisberg, patria de Kant), a más de 300 kilómetros del Estado a que está adherido y con el que se comunica mediante medios de transporte, llegados de Bielorrusia y Lituania, que culminan en el Báltico para una cuantiosa exportación marítima,.
III.- Hay, sí, esperanza de que la repulsa mundial -inclusive china- al hazmerreir (si no fuesen trágicas) de las consultas celebradas el 27 de septiembre, la victoriosa contraofensiva militar ucraniana, el hartazgo de una población rusa reacia al reclutamiento forzoso, y el no descartable golpe interno kremlimniano contra el dictador, etc., den la vuelta a la situación. Y, en todo caso, la firmeza por parte de la OTAN, Unión Europea, anchísima mayoría en la Asamblea de NNUU y su Secretario General, todo ello cabe dé lugar a que políticos, geo estrategas, negociadores y, detrás, analistas de variada índole (económica, historicista y hasta psicológica) planteen una solución para un Donbáss autónomo, capaz de acabar con este tormento: no otra es la que discurra por la vía federalista.
Vía que ha de venir de abajo, de los mismos ciudadanos del Donbáss que se hagan oír, a prueba de riesgos, en las zonas ocupadas por Rusia, y con segura libertad en las estatales ucranianas.
*N.B. Como observará el lector, esta referencia a Nagorno Karabaj ha quedado anticuada, en 2024 tuvo lugar la expansión azerí que terminó con el régimen de enclave o “muñeca rusa”.
Comenzaría, desde abajo y paso a paso, a practicarse esa “praxis instituyente” de que Dardot y Laval hablan6, conducente a establecer una gobernanza multinivel de ambas provincias integrantes del Donbáss, a su vez cuajada de relaciones sectoriales de cooperación con los dos Estados ya vecinos, Ucrania y Rusia.
Eso sería posible si, a su vez, partiese de un esfuerzo interno (coloquios, votaciones puntuales) y externo (observadores internacionales, árbitros), a cuyo transcurrir podríamos denominar -con Hardt y Negri 7, “emprendizaje”: lo que, a tenor de dichos autores, serviría de “bisagra entre las formas de cooperación y su ensamblaje en términos políticos”.
Tales formas de cooperación con sendos Estados vecinos redundarían en mecanismos concretos: libre circulación de personal y servicios, libre comercio de bienes, posiblemente arancel exterior común, arbitraje institucionalizado, adhesión – o al menos colaboración en su marcha- a Tratados internacionales, etc. (Cabe una similitud con el régimen de nuestras Comunidades Autónomas a partir de la Sentencia del TC 165/19948).
Ejemplo de estas modalidades de colaboración nos saltan a la vista si examinamos la relación de varios Estados europeos -Liechtenstein, Islandia, Noruega, Mónaco, Andorra, San Marino- con la Unión Europea, así como las relaciones con la misma por parte de territorios semiautónomos tales como Gibraltar o Irlanda del Norte, éste hoy amenazado su status por el Brexit y el anexionismo británico.
Son muchos, variados y capaces de variación los grados de relaciones vecinales por parte de territorios autónomos y sus tan poderosos, como deseablemente comprensivos, Estados colindantes.
Pero en esa variedad y gradación inter y extra de capacidad decisoria descansa exactamente el federalismo, esa fórmula de “pluripertenencia” y “equilibrio en movimiento constante” de que habla Alexander Marc9, a su vez emanado del proudhoniano “gobierno en participación de todos y por cada uno”.
¿Por qué esa participación desde la base no habría de ensamblarse con autonomía a conseguir por Donbass y una solidaridad internacional para con el experimento? He ahí los tres ingredientes clásicos del federalismo capaces, en estos difíciles momentos, de ofrecer vía de solución a una situación bélica cuyas otras salidas podrían derivar (“sin farol”, un próximo a Putin dixit) en lo irreparable.
Referencias bibliográficas
1Aportación propia al Liber Amicorum (inédito) en honor de Josep Borrell Fontelles, 6 de marzo de 2022.
2Vide Davies, N., « Europe, a History », Oxford 1966, pág. 655
3Vide Lebrun, F., y Avignan, J. P., en Carpentier, J., & allia, « Historie de l’Europe », Ed. du Seuil 1992, págs. 256 y sgtes.
4Vide Davies, N. op cit
5Vide Hobsbawm, E. “Historia del Siglo XX. 1914-1991”, Ed. Crítica, 1995, pág. 481 y sgte.
6Vide Laval, Ch., y Dardot, P., “Común” Ed. Gedisa 2015, págs. 459 y sgts.
7Vide Hartd, M. y Negri, A. “Asamblea” Ed. Akal 2019 págs. 16 y sgte. 8Vide Ortega Carcelen, M. “Derecho Global”, Ed. Apryo, Madrid 2012, pág. 249 y sgte. 9Vide Marc, A., “Methodologie du Savoir », en Heraud, G., & allia, « Le principes du fédéralisme », Paris 1968, pags. 125 y 146.
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