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CRISIS EN TURQUÍA: LA DETENCIÓN DE IMAMOGLU AVIVA LA TENSIÓN Y LAS PROTESTAS
Madrid, 3 de abril de 2025
Mario Blázquez, Becario del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo
Desde el pasado miércoles 19 de marzo, las calles de Turquía se han llenado de decenas de miles de personas que han salido para protestar por la detención de Ekrem İmamoğlu, actual alcalde de Estambul y principal rival político del presidente Recep Tayyip Erdogan.
La madrugada del 19 de marzo, decenas de vehículos de las fuerzas de seguridad de Turquía se posicionaron frente a la casa Ekrem Imamoglu con la intención de detenerle, después de que la fiscalía le acusase de supuestos actos de corrupción y colaboración con grupos terroristas, en referencia al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). «La voluntad del pueblo está siendo golpeada», declaró Imamoglu en un video publicado en ‘X’ antes de entregarse a las autoridades.
Junto a esta operación policial, la justicia turca también emitió órdenes de detención contra más de 100 personas, que incluyeron alcaldes de distritos de Estambul, políticos, periodistas y empresarios. Los arrestos vinieron acompañados del cierre de varias de las principales calles y avenidas de la urbe, la restricción de acceso a plataformas de redes sociales y la prohibición de manifestaciones durante cuatro días.
Aun así, pese a las restricciones, miles de personas han seguido saliendo cada noche a los campus universitarios y a las estaciones de metro, coreando eslóganes contra el gobierno en una muestra de cólera pública como no se había visto en años, que ha dejado hasta el momento más de mil detenidos. Además, este domingo se produjeron intensos disturbios y enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, que portaban banderas turcas y que fueron violentamente reprimidos con gases lacrimógenos, pelotas de goma y cañones de agua.
El momento del arresto no parece haber sido escogido al azar. Ekrem Imamoglu, se había consolidado como la figura más relevante de la oposición en Turquía. Su ascenso comenzó en 2019, cuando venció en las elecciones municipales de Estambul al partido de Erdogan. Tras su victoria, el AKP impugnó los resultados, consiguiendo que se repitieran los comicios, pero viéndose derrotados una vez más por un margen aún mayor.
Es más, esta misma semana estaba prevista la celebración de primarias en el Partido Republicano del Pueblo (CHP), donde se iba a escoger a Ekrem Imamoglu como candidato presidencial para las elecciones de 2028. Por ello, el hecho de que su detención se produzca ahora, obedece a la urgencia del AKP por quitarse de en medio al único político que se ve con capacidades reales de superarle. De hecho, un día antes, la Universidad de Estambul anuló su título universitario, cuya posesión es imprescindible para ser candidato.
Aunque el alcalde se encuentra bajo custodia policial, la votación de las listas primarias se convirtió en una muestra simbólica de apoyo y de rechazo ante la deriva autoritaria de Erdogan. Según el CHP, casi 15 millones de personas votaron por Imamoglu este domingo. De ellos, solo 1,6 millones eran votos de miembros del partido, mientras que el resto fueron depositados en unas urnas simbólicas por personas que quisieron mostrar su solidaridad con los arrestados.
El que, según la Constitución, no podría presentarse a las próximas elecciones presidenciales es Recep Tayyip Erdogan, quien actualmente cumple su segundo mandato que la ley marca como límite. No obstante, tanto miembros de su partido como aliados del Partido de Acción Nacionalista (con el que también forma gobierno) le han instado a postularse nuevamente. Por lo tanto, es esperable que en las próximas semanas o meses tengamos, bien un adelanto de las elecciones, bien una reforma constitucional que le posibilite romper la norma.
Según el ministro del Interior, Ali Yerlikaya, en los últimos días los ciudadanos que han salido a las calles han «abusado» del derecho a manifestarse, y acusó a los manifestantes de «intentar alterar el orden público, incitar a actos callejeros y atacar a nuestra policía», algo que «no se tolerará en absoluto». Por su parte, el presidente, que lleva 22 años en el poder, ha acusado a Imamoglu y al CHP de intentar polarizar a la sociedad turca. Además, también ha lanzado diversas advertencias contra los manifestantes, asegurando que «Turquía no sucumbirá ante el terror callejero».
Las críticas internas a este nuevo acto represivo no se hicieron esperar. El DEM, tercer partido en el parlamento y cuyo líder, Selahattin Demirtaş, también se encuentra encarcelado, convocó una reunión de emergencia llamando a la movilización general y a aumentar “nuestra lucha contra la injusticia y la opresión”.
Desde el plano internacional, las voces han sido más bien tímidas, aunque Alemania no dudó en calificar los actos de “grave revés para la democracia en Turquía”. Otros, como Francia, se han limitado a expresar su “profunda preocupación”. De igual forma, la Comisión Europea instó el pasado lunes 24 de marzo a Turquía a «defender los valores democráticos» como país que es a la vez miembro del Consejo de Europa y candidato a la adhesión a la UE.
Anteriormente, Erdogan y su administración enfrentaron un intento de golpe de Estado en 2016, que se saldó con la reforma constitucional en 2017 y enfrentamientos en las calles de Estambul y Ankara, que dejaron 256 muertos. Desde 2018, Turquía soporta una importante crisis económica, con altas tasas de pobreza y desempleo que han acrecentado el malestar de la opinión pública y la postura intolerante del gobierno para con sus opositores. Y con los recientes disturbios, se ha registrado una caída del 12% del valor de la lira, que ha alcanzado mínimos históricos.
La situación podría agravarse aún más si, como todo indica, la tensión y la inestabilidad política siguen aumentando en los próximos días, dando lugar a protestas multitudinarias que podrían derivar en mayores disturbios. Sin duda, esto representará un desafío significativo para Erdogan y su continuidad en el poder, aunque en el pasado ha demostrado una notable habilidad de supervivencia y de resistir la presión social.
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