Nuevo marco europeo

Parece que vivimos un momento marcado por un cambio de marco geopolítico o, al menos, empezamos a tener las primeras impresiones de ello, pues no está del todo definido. Veremos si cambia el mundo organizado después de la Segunda Guerra Mundial que mantiene todavía sus rasgos fundamentales. Las novedades provienen del Brexit, la victoria de Donald Trump y la creciente inestabilidad en las fronteras de Europa.

Pienso que hay países que han sido y son claves para el progreso y la defensa de la civilización occidental y la organización política democrática y liberal, entre estos países están claramente el Reino Unido y Estados Unidos.

En cuanto al Reino Unido, como resultado de su particular proceso político y un arriesgado Primer Ministro nos encontramos con el sorprendente resultado del referéndum a favor del Brexit, decisión con consecuencias -a medio plazo- con profundas implicaciones políticas y económicas en el Reino Unido y la Unión Europea. Perder uno de los países más ricos para la Unión Europea y el segundo contribuyente neto tiene un indudable impacto, pero no es menor la pérdida del activo inmaterial que representa Gran Bretaña por su experiencia democrática, su aportación al equilibrio europeo, su visión económica y su intenso conocimiento de importantes regiones del mundo.

En clave más interna británica es difícil ver el beneficio económico de la salida de la UE, al menos, a corto plazo. El acuerdo que se firme con la Unión Europea, tanto de salida como en el que se establezca la nueva relación con la UE, será importante para la evolución del país a medio plazo, pero habrá otros factores, como la capacidad de los gobernantes británicos para jugar bien sus cartas en su nuevo estatus. Otra cosa es la pérdida de perspectiva global que tiene una decisión de estas características con el triunfo de “Little Englander”, como  el debilitamiento la Unión Europea y Occidente en un momento de crecientes complicaciones. A esto se añaden los valores que subyacen detrás de la opción del Brexit, comprensión egoísta del interés nacional, limitación y control de la migración europea y abandono del proyecto de integración que ha asegurado la paz y prosperidad en Europa en los últimos sesenta años.

Respecto a Estados Unidos, la decisión del pueblo norteamericano de apoyar al candidato republicano Donald Trump puede tener profundas consecuencias, pero están por ver y, en cualquier caso, es una decisión coyuntural frente a la decisión a medio plazo que ha tomado el Reino Unido de salirse de la Unión Europea. Parece que la creciente rivalidad económica con China está generando tensiones políticas y comerciales que, en algún momento, tenían que salir a la luz.  En el caso de  Europa las decisiones de la administración Trump podrían tener un impacto directo en aspectos comerciales y defensivos, pero habrá que esperar.

Para la Unión Europea no sirve lamentar la pérdida del Reino Unido sino afrontar este nuevo marco como una oportunidad o acicate para avanzar en aquellos ámbitos de integración europea, en los que se dudaba antes, sin olvidar lo importante que es resolver los problemas más evidentes de los ciudadanos europeos, muchos de los cuales experimentan una creciente desafección con el proyecto europeo. En la reunión de Bratislava en septiembre pasado, de los 27 Estados de la UE sin el Reino Unido, se acordó responder a estas preocupaciones más urgentes, pero además se inició un proceso que culminará en Roma en marzo del próximo año. Aprovechando el sexagésimo aniversario de los Tratados europeos se fijarán entonces unas líneas generales para el futuro de la Unión Europea a 27. No solo se plantea el reto de cómo articular una mayor integración, posiblemente en torno a la zona euro, sino también que los líderes políticos sean capaces de explicar el interés y la legitimidad de esta integración a sus pueblos.

Cabe preguntarse cómo queda España en este nuevo contexto. Existen críticas sobre  el peso de España en los últimos años, pero resulta difícil de valorar teniendo en cuenta que el país estuvo a punto de ser rescatado por las instituciones europeas. Conseguir revertir la situación económica y evitar el rescate fue un éxito notable que ha requerido concentrar las energías para evitar una situación mucho peor, para sus ciudadanos y el prestigio del país. Una vez superada esta fase y con la recuperación de la economía se puede plantear, de forma realista, un papel mucho más activo de España, una potencia regional con intereses globales y un papel protagonista en Europa que puede tener la ambición razonable de estar entre las diez o quince primeras economías del mundo, cuarta de la zona euro y sin olvidar su dimensión latinoamericana y mediterránea.

La ambición puede ser una opción política, o una necesidad, y  cabe preguntarse si España puede permitirse, por su situación geográfica tan cercana a África y con un vecindario cada vez más inestable, no influir y defender sus intereses desde una posición relevante  y estar presente en los principales foros internacionales. Para esto es fundamental la fortaleza económica, la determinación política y las posibilidades que da el momento. La clave es la posición europea y la posición de España en el nuevo equilibrio europeo. Parece claro que la invitación de Merkel al Presidente del Gobierno para estar presente, en Berlín, en noviembre pasado, con los grandes países europeos con ocasión de la despedida a Obama es un reconocimiento para España y el gobierno. Esta presencia e influencia entre los grandes europeos tiene posibilidades de consolidarse en el momento actual dada la posición clave geoestratégica de España en el mediterráneo siendo uno de los principales garantes de la estabilidad en Europa del sur.

Si el Reino Unido había constituido en el pasado una posibilidad de equilibrio con el que podía jugar España e, incluso, una alternativa al eje de Berlín-París, sencillamente ya no existe esa opción. Resuelta la duda -con amargura o alivio- clarifica el proyecto europeo y lo confronta con la necesidad de su éxito, más que nunca.

España es un activo notable en estos momentos para la UE, con una economía en crecimiento y un gobierno comprometido con el proyecto europeo. Afortunadamente, la gran mayoría de los partidos políticos españoles están también comprometidos con la integración europea, consenso en un tema esencial que refuerza la posición de España como un socio leal y constructivo con la Unión Europea. Espero que los principales grupos políticos sean conscientes de la oportunidad que existe para nuestro país, junto con las responsabilidades que esto conlleva tanto para el Gobierno como para el Parlamento.

Gonzalo Álvarez Garrido
Es Asesor Parlamentario del Secretario de Estado para la UE desde 2013

 

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