Si me pidieran que eligiera una sola característica que pudiera definir a los Federalistas Europeos sería viajeros en el tiempo. Los Federalistas Europeos tenemos ante nosotros la complicada tarea de explicar ante el público presente cómo los problemas de hoy día pueden y serán resueltos de una manera más democrática y transparente. Como modernas Casandras, tenemos que convencer a los demás de que nuestras profecías y utopías no son el resultado de la alucinación de efluvios del templo de Apolo, sino el resultado sereno de una seria reflexión. Entre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial el Movimiento Federalista Europeo previó un continente unido, donde no habría guerra entre los antiguos enemigos. Fuimos los primeros en pedir un mercado único con una moneda única, e incluso acuñamos simbólicamente el primer euro en Bolonia hace más de cuarenta años. Pedimos una Unión Europea con un Parlamento elegido democráticamente, en la que imperara una Carta Europea de Derechos Humanos que garantiza unas normas básicas y comunes entre todos los europeos.
Desde sus comienzos el Movimiento Federalista ha abanderado una Europa de los ciudadanos y, más recientemente, hace cinco años, fuimos los primeros en hacer campaña por un Presidente de la Comisión elegido democráticamente, cosa que acaba de pasar, como todos los demás eventos que en su día parecieron una utopía irrealizable. Así, no es por casualidad que el lema de los Jóvenes Europeístas y Federalistas ha sido «una generación por delante». Porque nos respalda el pasado, pido aquí al lector un acto generoso de confianza europeísta y que se deje llevar, como lo hicieron antes los Federalistas Europeos del pasado, para pensar en la Europa del futuro sin dejarse llevar por el pesimismo del presente.
La sombra de una nueva recesión sobrevuela la economía europea y muchos expertos señalan que necesitamos planes de inversión, como los que se realizan con éxito por la administración de Obama. No obstante esos planes no aparecen en el horizonte salvo por la tenue brisa del Plan Juncker. Acabado el entusiasmo generado por la elección de la nueva Comisión, la primera cuyo Presidente sale directamente elegido de las urnas por el mandato ciudadano, parece que volvemos a la vieja política dominada por los intereses de los Estados miembros, enzarzados en sus disputas internas de siempre. En este clima de egoísmos y cortoplacismos nacionales, la iniciativa de un plan europeo de recuperación de Juncker ha quedado ampliamente obscurecida.
De los trescientos mil millones de euros prometidos para el plan, finalmente sólo aparecen veintiún mil millones y el resto se generarán por los propios efectos beneficiosos del plan. Por bien ajustados que sean los cálculos, no deja de parecer esto un artificio de un buen economista para hacer que se puedan cumplir las promesas políticas, pero la inversión no está asegurada. Y esto es más el producto de la falta de respaldo global, sobre todo por parte de los países miembros.
Por ello este año 2015 se presenta como un año decisivo, pero no tanto por lo que puedan deparar las urnas, como así lo fue 2014, sino porque la democracia europea necesita un empujón extra para convencer a los líderes de los gobiernos nacionales de que los tiempos han cambiado. Y para que esto ocurra hace falta una vez más que los ciudadanos demos un paso hacia delante.
Ya lo hicimos hace unos meses haciendo que por primera vez en muchas elecciones europeas la participación se mantuviera e incluso subiera un poco, frente a los augurios de que ésta iba a desplomarse. Ahora hace falta que los ciudadanos expresemos con claridad que no sólo nos importa Europa, sino que la solución a nuestros problemas es europea. Y gracias al Tratado de Lisboa ahora sí tenemos un medio para ser oídos claramente a nivel europeo: la Iniciativa Ciudadana Europea (ICE). En ella un millón de ciudadanos de al menos siete países miembro pueden pedirle a la Comisión que actúe en un ámbito de su interés.
La ICE New Deal 4 Europe es el siguiente paso en las utopías de los federalistas europeos que han terminado por convertirse en realidades de nuestro día a día. Esta iniciativa legislativa ciudadana pide a la Comisión Europea la creación de un plan especial para el desarrollo sostenible y el empleo, con el fin de impulsar la economía europea y crear nuevos puestos de trabajo.
En el siglo XXI no debemos copiar las viejas recetas que en momentos de crisis exigen inversiones públicas masivas que ponen a las personas a trabajar, pero sin otro plan que poner a la gente a trabajar. Europa necesita construir una economía competitiva y resolver su dependencia energética. En nuestra situación actual los gobiernos nacionales no son capaces de hacer frente uno por uno las inversiones totales necesarias. Es más muchas de las inversiones que requiere Europa necesitan que se garantice que las inversiones se continuarán más allá de las fronteras de cada Estado miembro. La renovación de las redes energéticas o de transporte de España, Francia o Alemania es totalmente inútil si sus vecinos no actúan en consecuencia, de la misma manera que es totalmente inútil que un país adopte una estrategia de energías renovables, si sus vecinos no lo hacen de manera coordinada.
La ICE New Deal para Europa propone invertir en redes de infraestructuras, investigación e innovación, energías renovables y agricultura ecológica. Mientras el Plan de Juncker es de sólo 21.000 millones de euros del plan, que se espera para convertirse en un 315.000 millones de inversiones por el efecto multiplicativo, la ICE que presentamos prevé inversiones por valor de 400.000 millones, extraídas fundamentalmente de tres fuentes. Por un lado la tasa sobre las transacciones financieras podría proporcionar parte de la financiación; por otro una tasa sobre las emisiones contaminantes corregiría los desmanes contra el medio ambiente y permitiría recaudar otra parte de la cantidad necesaria; por último programamos el uso de bonos proyecto para financiar el resto del plan, de manera que la inversión total sea de los cuatrocientos mil millones mencionados, los cuales a su vez podrían incurrir en los efectos beneficiosos de factores multiplicadores. Un plan como este sería un programa verdaderamente federal y como tal se beneficiaría de la experiencia de todos los países miembros para poner en marcha las mejores políticas que Europa puede diseñar.
Los historiadores cuestionan ahora el impacto del New Deal de Roosevelt y no hay un consenso sobre si éste es el único responsable de sacar a los EE.UU. de la crisis o no. Pero los críticos no toman en consideración la importancia de este plan en su conjunto. Lo que el New Deal de los EE.UU. logró es que sus ciudadanos empezaron a darse cuenta de que la solución a sus problemas cotidianos sólo era posible a nivel federal. Y el nivel federal comenzó a actuar en consecuencia. Ese es el principal objetivo para nosotros los federalistas para este New Deal para Europa. Con este ECI estamos pidiendo a la Comisión Europea que lidere la recuperación en Europa y poniendo un millón de firmas en la mesa les estamos dando la legitimidad necesaria para actuar y poder imponerse sobre los egoístas intereses nacionales.
Hasta ahora hemos sido testigos en Europa cómo nuestros líderes nacionales han sido totalmente incapaces de hacer frente a la crisis con la visión general de amplio espectro necesaria. Enredados en sus disputas nacionales, no pueden articular políticas que aprovechen todo el potencial que Europa ofrece. A su vez los ciudadanos siguen pidiéndole a los gobiernos nacionales que actúen, cuando es obvio que éstos poco pueden hacer. Por eso en este 2015 es imperativo que los ciudadanos demos un paso adelante y digamos claramente que Europa es la solución. Esto se puede cambiar si los políticos nacionales se dan cuenta de que los ciudadanos de Europa somos capaces de ver más allá de nuestras fronteras nacionales y buscar soluciones del futuro para problemas del presente. Es por ello que, en tanto que ciudadano europeo, los Federalistas Europeos te pedimos que te sumes con nosotros al futuro, firmes este plan y que nos ayudes a recoger el millón de firmas necesario colaborando en su difusión. Porque sólo la implicación ciudadana que demuestra que Europa nos importa puede enseñar a los líderes nacionales que no podemos perder la senda de la recuperación.
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