El clamor de la imprescindible defensa europea común para una Europa más fuerte

La defensa europea, esencial para una Europa más fuerte. Los atentados de París, de Niza, de Bruselas, de Londres, y el conocimiento de que dentro de nuestras fronteras existen grupúsculos radicales de ciudadanos europeos preparados para atentar, le han dado un perfil y dimensión interna a la política de defensa europea en la terrible situación de multicrisis que está viviendo el mundo. La existencia del DAESH, de guerras abiertas como la de Siria e Irak, de guerras larvadas y dormidas como la de Ucrania, de países fallidos en situaciones en guerra como Libia, de países sin control de una gran parte de su territorio como Mali o Somalia… Todos ellos conflictos vivos que han hecho incluso dejar en un segundo plano de la actualidad al gran conflicto que marcó el siglo pasado y seguirá marcando fechas venideras, el conflicto árabe-palestino.

Todas estas crisis mundiales se han hecho crudamente presentes en la vida diaria de los Estados y de los ciudadanos de la Unión por la voluntad del grupo terrorista DAESH de hacer llegar la guerra de Siria e Irak a nuestros aeropuertos, calles y centros de reunión ciudadana.

En esta situación y en lo que respecta a la política de defensa futura, a la Unión Europea se le unen dos situaciones inéditas. La salida de un Estado de la misma, el Reino Unido, que por lo demás es el país con actual mayor presupuesto en defensa junto con Francia, seguidos algo de lejos de Alemania e Italia. Y por otro, la aparición de un Presidente de los Estados Unidos absolutamente imprevisible, que cambia de matiz en su discurso según le interesa, y en el que se aprecia tras su “América first” la única intención de que todas sus decisiones de política exterior y de defensa olviden el interés del planeta y se centren en el propio, plasmando esta posición en la exigencia de una mayor inversión de los Estados de la UE en defensa a través de la disminución de su aportación a la OTAN.
Papel de las Instituciones europeas, el necesario (y lento) impulso. Ante esta situación la Unión Europea debe reaccionar, y convertir la política de defensa en un eje de acción esencial en el futuro. Las Instituciones han reaccionado y se han “puesto las pilas”, aunque siguiendo el debatido, denso y lento paso propio de la toma de decisiones de la Unión. Las conclusiones del Consejo de 6 de marzo de 2017 sobre el avance de la estrategia global de defensa ponen las bases para el desarrollo futuro de esta política que esperamos se plasme en buena medida en el otoño. Destacan la importancia de los trabajos iniciales de la implantación de un Plan de Acción Exterior en estrecha colaboración con los Estados. Inciden en la necesidad de la creación de un Fondo Europeo de Defensa y en la profundización de la inversión en investigación y desarrollo vinculados con la defensa, en la intención de darle un mayor valor añadido al necesario incremento del gasto económico que esta política de defensa exigirá. Apuestan por una Cooperación Estructurada Permanente coordinada por el Servicio de Acción Exterior. Pero sobre todo insisten en la visibilidad y capacidad de actuación a través de una Capacidad Militar de Planificación y Ejecución (MPCC en sus siglas en inglés), dependiente del Estado Mayor de la UE en Bruselas disponible para llevar a cabo las misiones que puedan ser necesarias.

El Parlamento, en su reflexión de 16 de marzo de 2017 sobre las consecuencias jurídicas e institucionales de esa posición del Consejo, apostando claramente por potenciar esta iniciativa política como verdadero medio de defender “a los ciudadanos y a los territorios” de la Unión, recuerda los Estados que el marco del Tratado de Lisboa permite una profundización en la política de defensa, pero que requiere su decidido impulso político e innegables compromisos institucionales –en la creación como institución suigéneris de la Agencia Europea de Defensa-, y sobre todo financieros –en el funcionamiento Agencia, en los ejércitos y en las operaciones militares-, debiendo incrementarse el gasto militar del actual 1,5% del PIB a un 2%.

Recientemente, el 7 de junio de 2017, la Comisión ha abierto un debate sobre la dirección que tomará la futura política de defensa, destacando tres líneas posibles de acción. La simple cooperación en seguridad y defensa, un avance en la seguridad y defensas compartidas, o una verdadera profundización en una seguridad y defensa común.
Ciudadanos y coste político, ¿una ciudadanía beligerante? Sin embargo, ante tanto debate y posición –normal en el proceso legislativo de la Unión-, la ciudadanía ya se ha pronunciado pidiendo decididamente la existencia de una defensa común. El Eurobarómetro sobre seguridad y defensa de abril de 2017 ha sido claro en la confirmación de una línea de opinión de la ciudadanía europea mantenida en el tiempo. En unas tendencias que no hacen más que confirmar los eurobarómetros precedentes, el 80% de los ciudadanos europeos estima que se debe fomentar lograr más seguridad, ya que es positivo para Europa. El 65% está a favor de una política exterior común. El 75% está a favor de una política de defensa y seguridad común. Y por último, en la medida más polémica, incluso un 55% está a favor de la creación de un ejército europeo.

Con estos datos, ¿duda alguien que solo nos falta el impulso político de los Estados para lograr esta política de defensa común? Impulso político que los ciudadanos demandan, que la lógica impone, y que los europeístas exigimos y a la que aspiramos. Europa solo será más fuerte en el actual mundo global, y los ciudadanos la entenderán propia y útil para su vida y seguridad, con una verdadera política de defensa común, potente, acorde a sus necesidades y que otorgue seguridad en el exterior y en el interior. Es imprescindible. Las instituciones deben unirse a este clamor para lograr una defensa común.

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