Con el siglo XXI los europeos tenemos nuevos desafíos con los que nuestro sistema institucional no responde a tiempo y con la debida eficacia de un gran núcleo federal de poder en el Orden Mundial dibujado desde el fin de la IIGM. Disponemos de un Tratado, en realidad de dos, configurado en los acuerdos de Lisboa en 2007. Al ratificarse dos años después, en 2009, la gran Europa de 500 millones de habitantes, primera potencia comercial del mundo, que parecía acabar con el mito clásico del “Rapto de Europa” por el supremo hacedor de la potencia suprema de hacer la guerra, el dios Zeus, se encontraba en una encrucijada más compleja que las anteriores crisis, casi siempre superadas o alejadas.
El Consejo Europeo de junio de 2018 ha cosido unos acuerdos, sobre todo para dar respuestas a la Inmigración que millones de africanos y otros países del contorno mediterráneo o latinoamericano plantean a la rica sociedad europea al mostrarse deseosos de incorporarse a esa tierra prometida de bienestar, seguridad y “justicia” según la invocación del Tratado de Amsterdam de 1997 , incorporada al Tratado de Lisboa.
A lo largo de los últimos meses, Comisarios y altos funcionarios de la Comisión de Bruselas han desfilado por los diferentes Países miembros para informar de cuestiones palpitantes como la evolución del Euro, los Presupuestos de la UE, las políticas de cooperación, las normas comunitarias, el Brexit y sus consecuencias,
La tensión internacional originada por las personalidades autoritarias que rigen Los diferentes momentos de la política internacional en Estados Unidos, China, Rusia, Israel, Irán, Irak, Arabia Saudí, Siria, Egipto, Argelia, Marruecos, y un largo Etcétera de países poco proclives a una democracia avanzada. Incluso se ha visto Nuevamente en Bruselas la presencia de los “iliberales” de Hungría, Polonia, Chequia. Sin olvidar los líderes que gobiernan Austria y el resto de los llamados Países de Visegrado.
Es verdad que las largas sesiones del Consejo Europeo suelen dar respuestas de contenido complejo y pactos ambiguos que requieren negociaciones e interpretaciones de largo desarrollo. Un buen ejemplo es el de saber si los acuerdos de Dublín que han venido rigiendo la inmigración en Europa, distinguiendo asilo y emigrantes , han sido realmente sustituidos en los documentos negociados o en negociación entre las nuevas partes, entre las que incluyen altos funcionarios del sistema de Naciones Unidos para refugiados. O la financiación acordada por Merkel-Macron que no se sabe muy bien si es para nuevos funcionarios del Frontex o para abordar un voluntariado sin perspectiva claras de creación y control. O el ejemplo de grandes inversiones en los países de origen, como hizo España en los últimos años en Marruecos, Senegal y otros países africanos o latinoamericanos.
En todo caso la nave europea sigue circulando a pesar de las turbulencias que se vienen presentando en el Orden Mundial. Un Orden Mundial que afronta regularmente crisis de enorme densidad y duración. Desde la Guerra Fría , en la que nace la Unidad europea, el Nuevo orden internacional de 1973 , acordado por la Asamblea de Naciones Unidas y que circula por el nacimiento de la OPEP; en el sentido de conmover los cimientos de la expansión económica de la Comunidad Europea en los años 70, reduciendo los niveles de crecimiento de los famosos treinta años de 1946 a 1975, y transferir a los países productores de petróleo un porcentaje importante de su crecimiento en PIB. La caída de la Unión Soviética, o la implosión de Yugoslavia hasta la sacudida mundial del 11 de septiembre de 2001.
Existe entre los euroescépticos un aura de fin de ciclo como si la Unión pudiera caer por el propio peso de las crisis institucionales, el difícil futuro del Euro como moneda común, o la resistencia a la inmigración que se ha hecho mucho más densa desde 2015 por la apertura alemana a aceptar una gran masa de inmigrantes , sobre todo por la inacabable y trágica guerra de Siria. Esta corriente antieuropea no es nueva. No nació aparentemente por la fragmentación del sistema de partidos europeos en las elecciones al PE de 2015. Se remonta a los propios años fundadores. Euroescépticos habrá siempre en la Europa de las libertades y los derechos humanos. Otra cosa muy diferente es la propia defensa del conjunto de valores, principios y normas en los que se condensa la Unión Europea como una fuerte, poderosa y singular Comunidad de Derecho y creadora de una Integración social y económica que ya es irreversible en el Orden Mundial del siglo XXI (World Order).
Comments are closed