Europa afronta quizá su última oportunidad para mantener viva la misión de construir una entidad política continental con la capacidad para conducir y regular los mercados globales en beneficio de los ciudadanos, con el diseño de una economía social de mercado bajo el paraguas de un Estado de Bienestar inclusivo. La dura crisis que ha protagonizado la historia reciente de Europa y las egoístas políticas nacionales que se han venido implementando han sido un corrosivo para el alma europeísta y han hecho reflotar los peores instintos de nuestros países. Las últimas elecciones europeas, con victorias en Francia y el Reino Unido de fuerzas euro-hostiles, y la constitución de nuevos grupos parlamentarios en la cámara dispuestos a destruir la democracia europea han sido un golpe para todos los europeístas y suponen, esperemos que sólo, un toque de atención que haga corregir la estrategia de la Unión.
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