No es una crisis migratoria, es una crisis política

El flujo de migrantes hacia la UE se ha reducido en un 96% desde el pico de la crisis. ¿Qué ha ocurrido para que esta vez se haya roto el tablero? Sencillamente porque no es una crisis migratoria, es una crisis política. Lo que está en cuestión es el proyecto, hay dos maneras de entender el proceso de construcción europea y se van a ir explicitando en cada uno de los temas de calado de la agenda.

Y lo hemos visto ahora crudamente con la política de inmigración y asilo. El acuerdo de la pasada cumbre, por llamarlo de alguna manera, salva la cara los líderes más antieuropeos de Italia o el grupo de Visegrado, sin perder de vista a Holanda, Austria o Dinamarca.  Lo que quieran o puedan hacer será siempre voluntario. Ellos son, sin duda, triunfadores y vuelven a casa entre vítores.

Los pesos pesados de los 27 (y ahí incluyo también a España, que ha empezado a recuperar el protagonismo perdido en Europa) pueden sacar pecho porque se ha podido vender un acuerdo de ámbito europeo. Como siempre. Aunque a veces es sólo un acuerdo para acordar. Hasta ahí, todos contentos. Pero no hemos hecho gran cosa: dinero a cambio de plataformas de recepción en países de primera acogida, europeos, y posterior reparto –y aquí está el quid de la cuestión- voluntario.

¿Qué pasará si una vez censados e identificados, y tramitada su solicitud de acogida, nuestros socios centroeuropeos se ponen de perfil, que será lo más probable? Un órdago en toda regla al más ambicioso proyecto europeísta. Pero debe quedarnos claro que no es una disputa en torno a la política migratoria. Se trata de una cuestión que va al núcleo de la idea europea, haciendo evidente el conflicto entre los que apoyan una Europa fuerte y unida, y los soberanistas. Y no es la única: hay otras muchas cuestiones en disputa.

Pero volviendo al tema en cuestión, ese acuerdo se hará inviable a la postre. Un sistema común de asilo se antoja inviable. Las diferencias siguen siendo tan grandes que los mismos argumentos para acceder a la acogida que seguramente serían aceptados en un estado miembro, también podrían ser utilizados en otro estado miembro para rechazarla.

Italia, por ejemplo, se ha visto afectada por enormes flujos de buscadores de asilo de ciertas nacionalidades porque están convencidos de que sus solicitudes son evaluadas  con mayor condescendencia. Es el caso de afganos, paquistaníes, iraquíes… Estas personas pueden solicitar asilo en otros países, pero eligen hacerlo en Italia. Si la solicitud se hiciera en Eslovenia, por ejemplo, serían rechazados masivamente. Depende de la nacionalidad del solicitante de asilo.

Por el contrario en Letonia, los servicios de acogida apenas tienen trabajo: no hay solicitudes de asilo. Y esto es un denominador común en algunos países. Se trata sólo de tomar medidas que hagan poco atractivo el país para los solicitantes, de extremar la rigidez en el examen, algo que también ha utilizado España. Nuestro país  rechazó en 2017 dos de cada tres solicitudes de asilo.

Estamos, pues, muy lejos de un sistema de asilo común. El sistema de cuotas lanzado por la Comisión fue un fracaso desde el primer momento.  De los 1,4 millones de migrantes llegados a las costas mediterráneas entre 2015 y 2016, el reparto solo alcanzaba a 160.000. Y de esa cantidad, finalmente, se han distribuido 29.144 candidatos, El sistema de cuotas, basado en el principio de que el lugar de llegada es irrelevante, implica que todos los países tienen que asumir la responsabilidad. La distribución de refugiados se basaría en criterios para los que no todos estarían de acuerdo, lo que puede ser objeto de discusiones, pero que sería objetivo: población, PIB, número de refugiados admitidos, número de personas reasentadas, etc.

Por eso urge una reforma del  Reglamento de Dublín, claramente deficiente y el mayor obstáculo para crear un sistema común de asilo. ¿Cómo es posible tener un sistema común de asilo basado en un mecanismo en el que la responsabilidad para analizar las aplicaciones de asilo son atribuidas por un criterio casual, geográfico, según el lugar de llegada de los refugiados?

Lo razonable sería, en primer lugar, la reforma de Dublín y, después,  la introducción de un mecanismo de cuotas de reparto que se aplicarían en todo momento, y no solo en tiempos de crisis. Pues bien: ni una cosa, ni otra. Los jefes de estado y de gobierno querían vender un acuerdo y lo vendieron. Pero si no hay cuotas y la recepción es voluntaria, hemos dado el triunfo a los nacionalistas del  Consejo.

La decepción de las ONGs deja bien a las claras que en el haber del acuerdo sólo podemos anotar que no se ha escenificado la ruptura y que podamos seguir hablando, con gran generosidad, de acuerdo europeo. Aunque desde el Consejo sugieran un cambio de estrategia en el Mediterráneo y apunten  la destrucción del modelo de negocio de los traficantes de personas a cuenta de esas plataformas regionales de desembarco que acogerán España y Grecia. Dicen que a cambio de dinero. Y de que la canciller Merkel salvara la cara frente a sus aliados y evitara, por el momento, la crisis en su inestable mayoría de gobierno.

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