El Movimiento Europeo acaba de cumplir setenta años; en términos históricos eso no es tiempo significativo, pero en una época en que todo parece pasar muy deprisa suena a vejez, a algo ya pasado de moda.
Ni una cosa, ni otra. Casi tres cuartos de siglo de vida activa- porque el Movimiento Europeo no ha estado quieto, viéndolas pasar- permiten hacer un balance y este tiene que ser positivo: el Movimiento Europeo nació para agrupar las fuerzas de la sociedad europea (los políticos, si, pero también los sindicalistas, los profesores y todos los sectores sociales activos) y movilizarlos, para impulsar la integración de nuestro continente.
Esta es su misión y la ha cumplido durante estos setenta años; ha estado detrás de la creación de las instituciones – del Consejo de Europa y también de la Unión Europea- de los procesos de democratización y de ampliación, de la creación de la moneda única, de las intervenciones en favor de la paz, de la Convención Constitucional y de la lucha contra la Crisis… De todos los pasos, en fin, que ha ido dando esta integración europea de nuestros pecados. Una integración cuya muerte nos anuncian incansablemente sus enemigos cada lunes y cada martes, pero que sigue adelante siempre, superando todos los obstáculos.
Ese avance no es una casualidad. Refleja el sentir de los europeos de que una Europa cada vez más unida les beneficia, y ese sentir no sólo es la percepción correcta de por donde va la historia, sino el fruto del esfuerzo incansable de organizaciones como el Movimiento Europeo, que van alumbrando el camino y ofreciendo soluciones a los problemas que se presentan.
Cierto, no todo son éxitos. Ahora mismo estamos padeciendo el desgano del Brexit, y no puede dejar de recordad a mis amigos del Movimiento Europeo Británico, grandes patriotas y grandes europeístas. Pero los conozco lo suficiente para saber que lucharán hasta el último minuto para evitar la salida y, si esta se produce al fin, seguirán peleando para que el Reino Unido vuelva cuanto antes a incorporarse a la Unión. Una tarea en la que el resto de los miembros del Movimiento Europeo estaremos con ellos a muerte.
Setenta años no son motivo para jubilarse, sino para redoblar la actividad. La integración afronta retos importantes: perfeccionar la relación entre los que forman la Unión Europea y los que orbitan alrededor de ella; terminar de organizar los dispositivos anticrisis y consolidarlos; asegurar la seguridad común en tiempos de incertidumbre en el panorama mundial y continuar favoreciendo la paz; dar pasos decididos en la construcción de una Europa social; afrontar con mentalidad abierta y sin miedos los movimientos migratorios; fajarse con los problemas de la fiscalidad…
Sí, hay mucho por hacer, y las próximas elecciones son una buena ocasión para mandar a Bruselas diputados que no vuelvan la cara y se pongan manos a la obra. No para protestar o mostrar nuestro mal humor ante lo que no nos gusta, que para eso no están las elecciones. Las pataletas son reacciones infantiles, y los europeos tenemos que votar ya, de una vez como adultos. El Movimiento Europeo ya lleva meses movilizándose para ello, como lo lleva haciendo desde hace setenta años y lo seguirá haciendo en los próximos setenta. Lo necesita Europa, es decir, lo necesitamos los europeos.
Jose María Gil-Robles
Presidente de Honor del Movimiento Europeo Internacional
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