Los lectores de este newsletter podrán encontrar el importante documento Realizar la Unión Económica y Monetaria europea, que han suscrito las cinco personalidades más relevantes de las instituciones de la Unión Europea: Jean-Claude Juncker, Donald Tusk, Jeroen Dijsselbloem, Mario Draghi y Martin Schulz. Aconsejo vivamente su lectura. Es la mejor respuesta a la crisis griega.
Muy en síntesis el documento propone dar un gran salto hacia adelante para culminar la creación de una verdadera Unión Económica y Monetaria en el seno de una Unión Política. Las propuestas son de un enorme calado y de una gran ambición. No podemos ahora ni paralizarnos ni resignarnos a administrar una situación difícil, que se nos escapa de nuestras manos sin instrumentos que nos permitan gobernar la complejidad de la eurozona, que ya incluye a diecinueve países de la Unión.
Como dice el documento, “Hoy en día la Unión Económica y Monetaria es como una casa construida a lo largo de varias décadas, pero solo acabada parcialmente. Cuando arreciaba la tormenta, había que estabilizar rápidamente sus muros y su tejado. Ahora toca reforzar sus cimientos y realizar aquello para lo que se creó: un área de prosperidad basada en un crecimiento económico equilibrado y en estabilidad de precios y una economía social de mercado competitiva que aspira al pleno empleo y al progreso social”. La conciencia de que estamos a medio camino y de que en ello estriban algunos de nuestros males debe imponerse en la opinión pública europea. Los avances en los cuatro frentes que propone el documento resultan ya inaplazables. Los líderes europeos deben cuanto antes dar las primeras señales de que están dispuestos a tomar medidas. Deben anunciarlas sin demora: en los ámbitos de la Unión Económica, la Unión Financiera, la Unión Presupuestaria y la Unión Política. Y estas medidas deben debatirse en el Parlamento europeo y en cada uno de los Parlamentos nacionales. Lo peor que le puede ocurrir a Europa ahora es la inacción.
La crisis griega es una grave advertencia. Tsipras está actuando con deslealtad, y está agitando los peores demonios de la historia europea. Los “padres fundadores” nos transmitieron la convicción de que los nacionalismos exacerbados eran los verdaderos enemigos del proyecto europeo. El plebiscito de Tsipras es incompatible con los valores sobre los que se asienta el proyecto europeo. Resulta dramático, pero todos estamos viendo cómo está conduciendo a su pueblo a la ruina, a una quiebra de sus débiles fundamentos económicos con consecuencias irrecuperables.
El caso griego, con independencia de cómo se resuelva, es una lección para todo el conjunto de la Unión Europea. Porque sería suicida que se repitiesen comportamientos que han conducido a la trágica situación que vive el pueblo griego. Por ello, la supervivencia de la Unión reclama con urgencia llevar a cabo los pasos que diseña el documento Juncker y de los otros cuatro mandatarios de la Unión. Podremos debatir sus detalles, pero la hoja de ruta es clara. Solo falta la voluntad política para acometerla. Sin este tipo de respuesta la Unión Europea será pasto de los nacionalismos populistas. Es eso lo que a toda costa hay que evitar.
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