Me gustaría comenzar con un mensaje de optimismo: la Unión Europea es un proyecto de éxito. Un análisis justo sobre el proyecto europeo tiene que tener en cuenta toda su historia y no sólo los últimos seis años por duros que estos hayan sido. En los libros de historia, los períodos de 50 o 60 años a duras penas ocupan más de un párrafo. Y ese párrafo en el caso de la Unión Europea será un párrafo de éxito.
La UE es el proyecto de integración pacífica más ambicioso de la historia de la humanidad. Un proyecto que reúne a 28 naciones libres en torno a las ideas de libertad, estabilidad y prosperidad. Un proyecto que ha logrado erradicar el nazismo y el comunismo tanto de su interior como de sus fronteras. Un proyecto que ha elevado el bienestar de cientos de millones de personas durante décadas.
Eso representó la caída del Muro de Berlín. La esperanza de libertad, de estabilidad y de prosperidad que representa una Europa unida entorno a un proyecto común. Eso fue lo que derribó el Muro, eso fue lo que hizo caer la Unión Soviética y eso es lo que los ciudadanos europeos nos piden ahora más nunca.
Pero también es necesario hacer el análisis con las luces cortas. Entonces vemos una UE que es incapaz, por el momento, de generar crecimiento y empleo.
Vemos una UE incapaz de responder ágilmente a los riesgos y retos geoestratégicos que plantea el siglo XXI, dicho de otro modo, la toma de decisiones es mucho más lenta que la generación de nuevos desafíos, lo que nos hace llegar tarde y mal a los mismos.
Vemos una UE cuestionada y amenazada por movimientos populistas, extremistas y nacionalistas que pretender socavar la propia esencia de la Unión.
Vemos una falta de liderazgo europeo en relación con épocas pasadas que se traduce en una excesiva preocupación por los asuntos nacionales de cada uno de los países y por un desapego creciente hacia lo común.
En este contexto, acabamos de celebrar unas elecciones en la Unión Europea en las que los europeos nos han enviado dos mensajes muy claros.
Uno: han vuelto a dar su confianza al Partido Popular Europeo (PPE) para que saque a Europa de la encrucijada en la que se encuentra.
Y dos, esa confianza que nos dan los europeos no es ilimitada. La mayor presencia de partidos populistas y extremistas en el Parlamento Europeo es un toque de atención que debemos tener muy presente.
El apoyo al populismo y a los partidos radicales sólo se puede explicar por la enorme distancia que hay entre las instituciones europeas y los ciudadanos.
Los europeos nos han dado una nueva oportunidad, pero quizás sea la última. Los europeos están desencantados con un proyecto que promete mucho pero que no termina de dar los resultados deseados. La gente está desesperada en muchos países de Europa y es el momento de ofrecer soluciones urgentes.
Ahora es el momento de generar resultados, de generar ilusión. Esto sólo lo conseguiremos con tres líneas de trabajo:
Necesitamos una Europa útil, que sirva para resolver los problemas de los ciudadanos. Necesitamos unas instituciones europeas que sientan la presión de la ciudadanía y unos ciudadanos bien informados que sepan cuáles son las responsabilidades de la cada administración y a quién hay que exigir cuentas. Necesitamos una Unión Europea eficaz y eficiente en la resolución de problemas. Mucho más ágil de lo que es actualmente.
En segundo lugar, necesitamos una Europa presente en el mundo. No me conformo con que Europa quede relegada a un papel secundario en el nuevo orden global que se está conformando. Quiero una Europa que lidere los cambios que se producen en el mundo y no que los acepte sin más.
Tenemos la responsabilidad de entregar a nuestros hijos la Europa líder que nos entregaron a nosotros. Una Europa, que responda de forma unida y contundente a las amenazas que nos vienen desde fuera de nuestras fronteras.
Y en tercer lugar, necesitamos una Europa competitiva. Necesitamos ganar el partido de la globalización. A la globalización hay que adaptarse y eso requiere reformas permanentes de las que necesariamente hay que hacer cómplices a los ciudadanos. Y esto no lo estamos consiguiendo de momento.
Dicho lo anterior, estoy convencido de que la Comisión Juncker ha entendido este mensaje.
Necesitamos que la UE salga de Bruselas y esté presente en todos los rincones de Europa. Europa necesita más que nunca liderazgo y voluntad política. Voluntad política para hacer lo que sabemos que es necesario y liderazgo para persuadir a los ciudadanos y hacerlos cómplices de las reformas necesarias.
Creo que Juncker ha entendido este mensaje y que estamos abriendo un tiempo nuevo que debería liberar todo el potencial que tiene este gran continente.
Sirva de ejemplo el reciente plan de inversión pública que está impulsando la nueva Comisión.
Detrás de esos 300.000 millones que se quieren poner encima de la mesa hay una promesa cumplida, hay empeño político, hay compromiso conjunto, público y privado, de sacar adelante la economía de la Unión.
La nueva Comisión Europea tiene un reto mayúsculo. La economía europea muere lentamente.
Italia está estancada. Francia está estancada. Alemania camina hacia el estancamiento. El resto de países del sur como Portugal o Grecia no logran superar los enormes niveles de endeudamiento acumulados.
En este contexto de atonía económica, España emerge como la solución al problema. España hoy es la referencia en Europa de una salida ordenada de la crisis. Una referencia de que las reformas económicas obtienen resultado. Una referencia de que la austeridad controlada, proporcionada y equilibrada es la mejor forma de recuperar la confianza de los mercados.
La Unión Europea necesita crear empleo y España lo está creando, casi 400.000 empleos en 2014. La UE necesita hacer sostenibles sus cuentas y España lo está haciendo, cumpliendo con los objetivos de déficit marcados. La Unión Europea necesita crecer y España está creciendo muy por encima de sus socios y aún más el año que viene.
Por eso, España es hoy un ejemplo a seguir. Una referencia de cumplimiento de los compromisos con los socios y con el proyecto europeo. España ha vuelto a ser creíble y atractiva para los europeos.
Por eso, la elección de Madrid como sede del próximo Congreso del PPE es una señal más de la confianza renovada en España.
En el PPE somos expertos en arreglar los desaguisados que los gobiernos socialistas van dejando por Europa. La designación de Madrid no es más que un reconocimiento a esta gestión.
Ha llegado la hora de abrir un tiempo nuevo. Un tiempo en el que España tiene que ser el líder que fue y que necesita la Unión Europea.
Un tiempo nuevo en el que los países europeos dejemos de culpar a otros de nuestros males propios.
Las reformas estructurales que reclaman los países del norte son muy importantes, pero no son suficientes. La política del BCE que reclaman los países del sur es muy importante pero no es suficiente. La austeridad es muy importante pero no es suficiente. El crecimiento es muy importante pero no vale cualquier crecimiento.
Necesitamos un tiempo nuevo en el que los países europeos dejemos de hablar de centro y periferia, de Norte y Sur.
Ha llegado la hora de hacer un esfuerzo verdaderamente conjunto. Europa sólo saldrá adelante si todos y cada uno de los países hacen todo lo necesario para salir adelante.
La primera etapa de este tiempo nuevo debe ser fijar de manera conjunta las prioridades económicas de la Unión Europea. Prioridades a corto, medio y largo plazo.
A corto plazo tenemos que revitalizar las economías europeas, ponerlas a crecer y reducir de forma inmediata los niveles de desempleo insoportables que azotan las vidas de los europeos.
A medio plazo tenemos que contar con economías saneadas y sostenibles. Europa debe volver a ser el área más estable del mundo. Debe ser el ancla de estabilidad del mundo como lo fue durante la segunda mitad del siglo XX. Sólo así los europeos nos volveremos a sentir seguros respecto al futuro.
A largo plazo, Europa debe volver a ser el área más dinámica del mundo. Tenemos un enorme potencial para competir sin complejos con los nuevos poderes emergentes.
La Unión Europea necesita más que nunca un impulso reformista. Hay que cambiar las cosas y hay que hacerlo de forma urgente. Nos lo han pedido los ciudadanos en las pasadas elecciones europeas. Nos lo reclaman los mercados financieros. Si seguimos instalados en el inmovilismo, si seguimos dejando que los mitos falsos sobre lo que se hace en Europa prosperen, los resultados seguirán siendo los mismos.
Ese nuevo impulso tiene que tener tres pilares: ser creíble, conjunto y decidido.
Un impulso creíble significa que cualquier paso que demos tiene que estar basado en los acuerdos que ya hemos alcanzado en el pasado. Algunos de ellos en el pasado muy reciente. No hay conejos que sacar de la chistera. Estabilidad y reformas. Esa es la clave.
El proyecto europeo sólo será viable si es predecible y estable. Y eso sólo lo conseguiremos si cumplimos con nuestros compromisos. No podemos alcanzar grandes acuerdo como el Paquete Fiscal o el Semestre Europeo y que a las primeras de cambio los grandes países sean los primeros en violarlo. Europa será creíble y viable si cumple con los acuerdos que nos hemos dado.
Un impulso conjunto significa de todos. Estados Miembro e Instituciones, tenemos una responsabilidad y todos tenemos que ejercerla. Nadie puede hacer la guerra por su cuenta.
Necesitamos una respuesta europea. Una respuesta conjunta y coordinada.
Hoy España es un ejemplo para Europa. Hizo lo que tenía que hacer para salir adelante y ahora se empiezan a ver los resultados. Que nadie se engañe. La salida de la crisis sólo es una. Es la salida española. Fuera de eso hay demagogia y engaño a los ciudadanos. Fuera de eso está Venezuela.
Y finalmente, un impulso decidido significa que el impulso reformista tiene que ser capaz de alterar las expectativas que hay ahora mismo sobre la Unión Europea. Ya no valen los gestos y las frases de Mario Draghi para calmar a los mercados, necesitamos acciones. Ya no valen los amagos de hacer reformas, necesitamos compromisos firmes. Ya no valen los debates filosóficos sobre cómo actuar. Todos los países, saben qué tienen que hacer para recuperar la prosperidad perdida, necesitamos voluntad política y liderazgo para hacerlo.
El europeísmo se demuestra hoy en día con reformas. Ya hemos pasado el tiempo de los grandes discursos europeos y de las buenas intenciones. El que no esté dispuesto a reformar su economía para adaptarla a las exigencias del siglo XXI tiene que plantearse si quiere seguir en el proyecto europeo. Ya no hay posibilidad de tener una Europa a dos velocidades. Ya sólo está la Europa que funciona y la que no. Y hoy día la que no funciona es un lastre para los demás.
Es mucho lo que hay en juego. La Unión Europea no tiene futuro si no arreglamos el presente. El que espere un ciclo económico favorable para que se nos olviden todos estos problemas, se equivoca. El resto del mundo no nos va a solucionar los problemas de falta de competitividad, de deuda excesiva o de paro juvenil que tenemos. El futuro de la Unión Europea depende de los que hagamos en los próximos 12 meses.
Comments are closed