El pasado 7 de julio, la fundación FRIDE organizó en su sede un seminario acerca del papel de la Presidencia en Trío en el desarrollo de la política exterior de la UE.
El trío de presidencias resulta ser una nueva forma de gobernar por Europa, dando más continuidad a las políticas e impulsiones europeos con la definición de un programa común. Esa nueva herramienta creada por el Tratado de Lisboa permite una mayor concertación en el seno de la presidencia del Consejo de la UE y el desarrollo de un programa continuo, rompiendo con la antigua forma de presidencia, asumida cada 6 meses por un Estado miembro. Ahora más bien se puede considerar como una carrera de relevos.
6 meses es un plazo corto para impulsar cambios incrementales en la UE, por eso la presidencia en trío elabora una línea común para 18 meses que le da una posibilidad de dejar una huella durable en las políticas europeas.
El primer trío, compuesto por España, Bélgica y Hungría, ha puesto en marcha esta innovación institucional con bastante éxito.
Consiguió sus mayores logros en el ámbito de la gobernanza económica, abriéndole paso y procediendo a rescates hacia países en dificultad económica y financiera como Grecia. Si unos los consideran como una fragilidad o una fragmentación, no obstante el Secretario de Estado para la UE Diego López Garrido los ve como una prueba de lafuerza y de la solidaridad existente en la UE.
Al contrario, la política extranjera ha sido puesta al lado a pesar de la creación del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE). Eso resultó una frustración para el primer trío, sobre todo porque el Tratado de Lisboa ha creado instrumentos adecuados para el desarrollo de tal política y se esperaba una mayor utilización de aquellos.
Pero las revueltas árabes han colocado de nuevo en la agenda europea la política exterior, y se tendrá que encontrar una línea de acción entre los gobiernos nacionales, reticentes en ampliar ese particular ámbito al nivel europeo.
En efecto, la UE se ve muy dividida en este asunto, lo dejó claro el rechazo de Alemania de unirse a la intervención en Libia. Pero no es el único caso. Se encuentran también divididos los Estados miembros en el caso de la independencia de Kosovo. La moción palestina que se perfila para septiembre en las Naciones Unidas podría de nuevo poner de relieve las discrepancias europeas. Está debido al hecho de que cada país tiene una visión muy específica de cada asunto, como lo subrayó Eszter Bucsi, embajadora de Hungría en España.
Así, por ejemplo, en su presidencia, Polonia quiere enfocarse en los países del Este de Europa, y ponerlos al mismo nivel que los países mediterráneos en la agenda, ya que por el contexto tendrá que trabajar a la estabilización y democratización de aquella esfera geográfica.
Además de tener puntos de vista diferentes, los Estados miembros no se comprometen a actuar de forma unida, por falta evidente de voluntad política, con el resultado de debilitar la posición común europea.
Esos elementos explican que, a pesar de la creación por el Tratado de Lisboa de los elementos adecuados para desarrollar una política exterior común, todavía estamos en el punto muerto.
Europa tiene ahora las herramientas, pero le falta la voluntad política.
Pero esas herramientas tampoco son perfectas. El Tratado de Lisboa ha multiplicado los cargos (el de Alta Representante de C.Ashton, de presidente del Consejo Europeo de H.Van Rompuy…), complicando aún más el sistema. Por consiguiente, no se logra una buena coordinación y cooperación entre los diferentes actores que intervienen en la definición y el desarrollo de la política exterior europea. Se ha destacado sobre todo la falta de coordinación entre el COREPER del Consejo de la UE y el SEAE de C.Ashton, no suficientemente transparente y rápida.
Pero la cooperación entre las Instituciones Europeas, la Alta Representante y los Estados miembros esimprescindible (y tiene que basarse en una red de personas conocidas y acostumbradas a trabajar juntas), ya que la UE tiene una visión de largo alcance que debe comunicar a los Estados miembros.
El trío de presidencias por su parte resulta positivo en cuanto al papel representativo de la UE en la escena internacional : ahora ya no cambian todos los 6 meses los interlocutores europeos en frente de potencias como Estados Unidos o Rusia, y se han creado los cargos, más estables en el tiempo aún, de Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y de Presidente del Consejo Europeo. Eso es necesario para dar continuidad en la definición y el desarrollo de la política exterior europea, y quitarle así otro motivo de complejidad.
Por consiguiente, el próximo trío de presidencias, además de encargarse de la gestión de la crisis económica y de la deuda y de llevar a cabo las difíciles negociaciones sobre el acuerdo plurianual del presupuesto europeo, tendrá como desafío implementar y crear las bases previas al desarrollo de una política exterior común.
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