Ayer en la librería Fuentetaja nos reunimos a la iniciativa de Europa en Suma para debatir del peso cada vez más importante de la extrema derecha en Europa.
Europa en Suma aprovechó de la recién actualidad finlandesa, que vio el partido “Auténticos Finlandeses” de Timo Soini conseguir un 19% de los votos en las elecciones legislativas de abril pasado, para organizar su tertulia mensual sobre el tema del auge de la extrema derecha en Europa.
Junto a un contexto que favorece la emergencia de la xenofobia y del populismo por las dificultades económicas y sociales generadas por lacrisis tal como las olas de inmigración consecuentes a las Revoluciones Árabes, los partidos de extrema derecha van brotando y tomando cada vez más peso en Europa.
Ahora, sobre los 27 Estados miembros, 13 cuentan con representantes de estos partidos en sus Parlamentos. Si más bien unos pueden tener influencia directa, como por ejemplo tuvo el Partido del Pueblo Danés en la recién decisión de Dinamarca de cerrar sus fronteras, muchos tienen unas capacidades de presión indirecta. El caso francés, con el giro de la política del gobierno hacia una posición anti-inmigración aún más dura, resulta ser un buen ejemplo de este tipo de influencia. El miedo a perder terreno en las futuras elecciones presidenciales a favor del Frente Nacional de Marine Le Pen, que cuenta actualmente con sondeos de opinión muy favorables, ha incitado el presidente Nicolas Sarkozy a dar un torno más duro a su política, acabando en una propuesta de reducir el alcance de los Acuerdos de Schengen.
Esa posición de fuerza de los partidos extrema derechistas en Europa parece entonces compartida por varios países. En Holanda, el Partido por la Libertad de Geert Wilders es ahora la segunda fuerza política. Pequeños grupos italianos se están desarrollando. En Finlandia, el partido de Timo Soini hubiera podido hacer parte del gobierno si no hubiera finalmente decidido de quedarse en la oposición. En Francia, se ve en buena posición el Frente Nacional (de momento) para las próximas elecciones presidenciales con un 22% estimado de apoyo. Hace poco en Suecia, el Partido de los Demócratas Suecos entró en el Parlamento. Y eso sólo son unos ejemplos.
Esos partidos tienen como denominador común ser populistas, xenófobos, anti europeos y anti islam. Aprovechan de un contexto socio-económico y mundial difícil para desarrollar sus posiciones y seducir a la masa popular descontenta de las políticas actuales. Su emergencia tiene mucho que ver con el contexto actual y el hecho de que los gobiernos no resuelvan los problemas encontrados por la población. Explica que mucho de su electorado se encuentre hoy en las capas sociales populares, como los obreros. Por ejemplo, el líder de la Liga Norte en Italia, Umberto Bossi, pertenecía antes al Partido Comunista. Eso parece ser una tendencia común, debida a la desconfianza y el descontento de la población frente a los partidos políticos “tradicionales”.
Pero, ¿serán estos partidos sólo partidos “anti”,que sólo se pronuncian “en contra” de algo? Cabe destacar que el partido de los “Auténticos Finlandeses” escogió la facilidad al quedarse en la oposición en vez de tomar responsabilidades y entrar en el gobierno.
Lo más importante es que, aparentemente, se ha roto el tabú que rodeaba los partidos de extrema derecha. Ya no son demonizados, lo que les permite ganar peso en el debate público. Se vuelven en partidos casi “respetables”, como el Frente Nacional, que ganó mucho por la llegada de Marine Le Pen, que le está intentando dar una imagen más moderna y dinámica, y que desarrolla una campaña de comunicación eficaz para disminuir la figura del líder histórico, su padre Jean-Marie Le Pen, conocido por sus posiciones e insinuaciones anti semitas.
Hay que vigilar ese desarrollo de la extrema derecha. Ya que influye en el sentido de una re-nacionalización de los debates, hay que cuidar de que su influencia no deshile la idea europea.
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