Despega una nueva Europa

En el mismo año del centenario de la primera guerra mundial los europeos han dado una respuesta de la Nueva Europa a quienes se empeñan en minusvalorarla o denigrarla por su pretendida decadencia. En términos inequívocos los doscientos millones de europeos que han votado a sus representantes para el VIII Parlamento elegido por sufragio universal directo desde 1979, han indicado por donde orientan sus preferencias fundamentales.

El 71 por 100 de los votos han ido a partidos y representantes partidarios de la trayectoria europea y de encomendar a los representantes de las grandes tendencias integracionistas un nuevo mandato de cambios hacia el presente y futuro de la Unión Europea.

Y el 28 por ciento restante de los votos han ido a partidos y orientaciones euroescépticos, antieuropeistas, populistas, fragmentados en torno a líderes cuya identificación con principios contrarios a los valores de la libertad y la democracia no son precisamente un ejemplo de posible alternancia a las realidades del presente. Y por tanto no encajan ni mucho menos en las condiciones que requiere el Protocolo numero dos de la Convención Europea de los Derechos Humanos en vigor.

La Unión sigue siendo un actor fundamental en la mundialización ya que representa en este momento, con un 7 por 100 de población mundial, un 25 por cien del producto interior bruto, y el 50 por cien de gasto en protección social de sus ciudadanos, sobrepasa a los dos grandes imperialismos del siglo XX, los Estados Unidos y la extinta Unión soviética. Es por tanto el tercer actor mundial en en el complejo mundo de comienzos del siglo XXI.

De la Unión surge un singular sistema de convivencia de Estados europeos encaminados hacia una Federación finalista. Sistema que a lo largo del proceso iniciado desde 1948 ha conseguido marcar rumbo propio. Donde el Derecho constitucional interno de los Estados miembros y el Derecho internacional , mediante Tratados cuasi-constitucionales , han fraguado una alianza compleja. Los principios de supremacía de las constituciones nacionales y de primacía del Derecho comunitario, orientan este proceso federativo y la senda unitaria que en las elecciones de 2014 han obtenido un resultado por lo menos sorprendente hasta hace escasos años de construcción comunitaria.

También ha sorprendido a los analistas mundiales el salto a la bipolaridad del Parlamento europeo y el Consejo europeo, como los dos núcleos sobre los cuales debe girar en adelante el sistema de equilibrios de la Unión. Y de nuevo una gran convergencia en determinar el origen democrático del Presidente de la Comisión, de nuevo elevado a representante del interés europeo ascendente, como lo pensaron los fundadores, Jean Monnet, Schuman y Adenauer. Paz entre europeos, bienestar para sus ciudadanos, defensa de los valores y principios democráticos en el tenso mundo del siglo XXI.

LA UNION EUROPEA: EL DINOSAURIO… SE MUEVE

   El proceso de construcción europea ha sufrido convulsiones y crisis permanentemente  desde sus orígenes después de la segunda guerra mundial hasta el segundo decenio del siglo  XXI.  El proyecto comunitario era un proceso inevitable cuando los Estados nacionales europeos occidentales descubrieron sus límites en la nueva era atómica y ante la guerra fría entre las dos grandes potencias vencederas de la guerra mundial. Desde el Congreso europeo de La Haya en 1948 los líderes europeos han venido realizando una doble misión histórica : Avanzar dentro de sus estados nacionales y arrimar el hombro en la construcción de un vasto sistema  supranacional que asegurase la paz entre los pueblos europeos y sentase sobre bases firmes el bienestar , el progreso y la seguridad de sus ciudadanos.

   La Europa de Jean Monnet, Schuman, Adenauer, Salvador de Madariaga, De Gasperi, Spaak, Spinelli, tuvo adversarios y enemigos implacables, dentro y fuera de los Estados que fueron conformando el Consejo de Europa, la Comunidad del Carbón y del Acero, el Mercado Común, las Comunidades europeas, en fin, desde 1991 la Unión Europea.

    El Reino Unido del partido laborista, dirigido por Atlee, los nacionalistas clásicos como de Gaulle en Francia, los partidos comunistas y los partidos de estirpe totalitaria, posteriormente Margaret Thatcher y otros dirigentes de los propios Estados miembros, se han opuesto con toda energía al avance del proceso de integración. Al que los ciudadanos han venido sosteniendo más allá de sus propios dirigentes.

   La gran recesión y la crisis del septenio 2007-2014 han supuesto una decepción para una parte , no para la mayoría de los europeos miembros de la Unión. Los efectos sociales de la crisis han traído como consecuencia el desafecto y la crítica a los dirigentes europeos. Casi sin excepción castigados en los procesos electorales mediante el voto a los partidos de oposición o a los propios grupos antisistema. El voto protesta de diferentes grupos de extrema derecha a extrema izquierda o de los propios partidos centrales, no han superado sin embargo en las ultimas elecciones europeas de mayo a los partidos fundadores del proceso de construcción comunitaria.

    Es decir, liberales, democristianos y socialdemócratas. Tres partidos centrales europeos que han sumado dos tercios de los votos válidos que permiten conformar el gobierno de las instituciones europeas a partir de los acuerdos entre Consejo europeo de Jefes de Estado y de Gobierno y el nuevo Parlamento, salido del sufragio universal de casi doscientos millones de votos del  emergente pueblo europeo. Muchos más votos en la democracia europea de 28 Estados que en las ultimas elecciones presidenciales de la democracia americana de 50 Estados.

    Es cierto que un tercio de los votos europeos de mayo han ido a partidos y grupos radicalmente opuestos a la Unión Europea, al Euro y a los Valores  y Principios fundamentales de la Construcción europea. Pero esas oposiciones ni son homogéneas ni serán capaces de doblegar al gran dinosaurio europeo, por mucha lentitud y errores cometidos en los últimos diez años de insuficiencias de las políticas comunes.

   Probablemente lo más lamentable desde 2009, ha sido de nuevo la tenaz oposición del Reino Unido a seguir la senda comunitaria. La llegada del premier Cameron dio alas al abandono de su partido hasta entonces integrado en el Partido Popular europeo. Con lo que debilitó al sistema de partidos existente en Europa desde la elección por sufragio universal del Parlamento en 1979.  Y en los últimos años a la llegada a la primera posición del partido más destructor de la entente europea, el UKIP. Que junto al Frente nacional francés y al grupo del cómico italiano Cinco Estrellas, realizarán en el Parlamento de Bruselas-Estrasburgo un papel extremista, rocambolesco y finalmente incapaz de efectuar una crítica mínimamente seria  frente a lo que supone la  Unión Europea para la inmensa mayoría de sus ciudadanos.

   No son pequeños los avances que la Unión ha realizado desde 2010 para superar la crisis y tomar posiciones para mejorar el estado del proceso hacia la Unión política. El Tratado sobre el Pacto fiscal, los Mecanismos de control del Euro y de la Banca europea, el impulso a nuevas políticas del Banco Central Europeo, y la reafirmación del papel de la Unión en las fronteras de Europa, el papel del Demos europeo en las elecciones de mayo que se ha impuesto al Consejo europeo, a la implacable y antisocial austeridad de los últimos años y a las políticas de conflicto creciente entre el Sur y el Norte de Europa, son desde luego  pilares del nuevo ciclo comunitario.

   La perseverancia de los vecinos que han firmado acuerdos con la Unión, Moldavia, Georgia, Ukrania y la condición de candidato de Albania, o la necesidad de apertura  hacia Rusia, los países emergentes y el equilibrio no siempre fácil con Estados Unidos, son algunos de los desafíos a los cuales sabrá sin duda enfrentarse la Europa que debe salir cuanto antes de las horas bajas vividas por los menos desde 2007. Justamente cuando se firmó el Tratado de Lisboa, base legal de la Comunidad de Derecho en la que se sustenta la Unión ante el futuro.

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