Una primera pregunta y una respuesta compleja. ¿Por qué la hipercrítica a la Unión Europea parece dominar el debate sobre la elección a la IX legislatura que comenzará tras los comicios del 23 al 26 de mayo de 2019?
Y sin embargo las respuestas de los ciudadanos europeos son notablemente favorables. Hacia lo que representa la Unión, entre otras grandes cuestiones. el valor del €. Con más de 75 por 100 de posiciones positivas.
Desde luego el Régimen político-institucional de la UE es cada vez más complejo, más denso de contenido, menos transparente y comunicativo de sus decisiones; no siempre orientadas hacia la defensa del interés general comunitario.
Precisamente cuando se cumplen cuarenta años desde la elección por sufragio universal directo y secreto a un nuevo primer parlamento, diferente del que operaba desde los años cincuenta en el contexto de los Tratados de Paris, para los Seis de la CECA, y Roma en 1957, la magnitud de la UE de 27, todavía con el Reino Unido dentro del proceso electoral , ha ido creciendo hasta formar el tercer conglomerado humano supranacional del mundo. Detrás de China y la India.
Probablemente una parte de electores no se sienten a gusto dentro del sistema europeo y preferirían otro sistema más universalista o menos federalista. Desde sus orígenes estas posiciones extremas han acompañado los progresos innegables. Los treinta años “gloriosos” de crecimiento, entre 1946 y 1975, la confirmación de una paz de larga duración, el haber superado crisis trascendentales como la descolonización, la guerra fría, el schock de la OPEP y el coste de las energías importadas, los efectos de la caída de los regímenes comunistas y los ajustes inclusivos de los años noventa al siglo XXI, la inmigración y el derecho de asilo, el declive de la potencia industrial, financiera, del papel de sus viejas naciones en Orden Mundial nacido de la IIPG, ha convertido a una nueva realidad el sueño utópico de la paz entre naciones y el progreso constante del bienestar general.
Lo cierto es que los europeos de la Unión se sienten hacia fuera y hacia dentro en una pleamar de adversarios, rivales, enemigos y gentes de escaso fiar. Los juristas recuerdan las diferencias radicales en la percepción de sistemas de gobierno y estados de Derecho en la II postguerra europea. Kelsen y Schmitt La idea pura del Derecho del primero y la relación amigo-enemigo del segundo, les llevaron a una confrontación radical que ha marcado una gran parte de los sistemas de gobierno del siglo XX. Y de cuyo debate debemos tomar nota los europeos del siglo XXI. La Rusia de Putin, la Turquía de Erdogan, no pequeña parte de los regímenes islamistas, las reservas de los regímenes del Mediterráneo Sur, incluido el Israel del Likud, juzgan a los europeos como viejos “colonialistas”, “eurocentristas”, con los que es preciso mantener relaciones de tensión “civilizacional”.
Hacia dentro, minorías no determinantes pero sí activas en la lucha contra el proceso de integración de la “economía social de mercado”, del sistema de gobierno “multinivel”, de la democracia avanzada que también defiende los derechos fundamentales de las minorías opositoras a expresarse y participar en el campo legislativo e institucional, confunden o bifurcan la acción de gobierno interior, de la diplomacia económica y política con los regímenes autoritarios o antidemocráticos.
El decálogo de la cumbre comunitaria de Sibiu, en la lejana Transilvania rumana, que presentan el Consejo europeo y el discurso de despedida de los hasta ahora presidentes de la Comisión, Juncker, y del Consejo europeo de Jefes de Estado y de Gobierno, Tusk, para afrontar los retos del próximo decenio 2019 – 2029, no son del gusto de todos pero representan líneas- fuerzas de continuidad de lo que ha sido hasta ahora la Unión Europea. Que vienen desde el decenio fundacional 1948-1957 y han sido marcadas por los cambios de los Tratados constitucionales de Maastricht hasta Lisboa. Pero que deben ser revisadas en un largo proceso de Reformas que afectan a los Tratados, a las decisiones internas de los Estados miembros y, sobre todo, a ese nuevo gran actor de la política europea: el demos o espíritu comunitario que federa a ciudadanos, estados y la propia política mundial. Ligada estos últimos tiempos a no pocos jinetes del Apocalipsis del autoritarismo, las guerras territoriales, las divisiones , por lo demás muy humanas, de la desigualdad entre las clases sociales.
Publicado en El Siglo de Europa el 9 de mayo de 2019
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