¿Reforma o ruptura en Europa?

Tiempos convulsos para Europa. La economía está estancada y la desafección política impulsa a populistas y partidos antisistema frente a la debilidad de los partidos tradicionales. La situación requiere de voluntad política para caminar hacia una Europa federal y unas reformas en los gobiernos de los Estados miembros que devuelvan la legitimidad al sistema.

¿Estamos ante un fenómeno paneuropeo? Los últimos resultados electorales y las encuestas así lo confirman. Hay un rechazo a los partidos de toda la vida que ha sido espoleado por la crisis económica. En los países más afectados por el desempleo avanza el populismo. En España, Podemos fluctúa en las últimas encuestas de intención de voto por encima del 20%. En Grecia, la izquierda radical de Syriza obtendría un 24% de papeletas y la extrema derecha de Amanecer Dorado sería la tercera fuerza.

En Reino Unido, el euroescéptico UKIP obtiene un 16% de intención de voto con su discurso sobre el control de la inmigración y el antieuropeísmo. Los nacionalistas escoceses ayudarían a fragmentar todavía más el espectro político británico y, quizás, se podría experimentar una gran coalición de los dos grandes partidos. En Portugal todo apunta a un resurgimiento de la izquierda.

A partir de 2015 habrá comicios en España, Portugal, Reino Unido, Irlanda y quizás en Grecia si las presidenciales de este mes fracasan y obligan a convocar parlamentarias en febrero.

Los países que no se enfrentan a elecciones en los próximos meses también ven como los partidos antisistema suben con gran fuerza, como es el caso del Frente Nacional en Francia. La formación de extrema derecha ganaría, según las encuestas. En Italia, las expectativas de Grillo y su Movimiento Cinco Estrellas son altas. En otros, como Suecia, a los que la crisis no ha golpeado duramente, la extrema derecha se ha hecho con el 13% de los votos; en Alemania, el partido anti euro, Alternativa para Alemania, ha sido votado por más del 10% de la población en las elecciones de Branderburgo y Turingia. Dinamarca, Holanda, Finlandia y Hungría también se ven amenazadas por el ascenso de la extrema derecha.

Las élites tecnocráticas, la corrupción, el amiguismo y la connivencia de intereses entre el sector público y el privado son medidas del cóctel que mezcladas con la crisis y el desempleo, son el caldo de cultivo perfecto para el populismo y el antieuropeísmo.

Las recetas tecnocráticas no han curado al enfermo europeo. Los remedios que se ofrecen no mejoran al paciente. En la derecha se culpa de la mala salud al exceso de impuestos y gasto público, mercado laboral rígido y burocracias ineficientes. En la izquierda, los keynesianos apuestan por mejores salarios e inversión pública y atacan el aumento de las desigualdades y la excesiva desregulación. En cambio, los partidos populistas se alimentan de esa situación, toman ventaja y acusan a la élite política nacional y europea, a los banqueros o a la inmigración ilegal. Además suavizan y disfrazan su discurso más radical para ampliar su electorado.

Europa se enfrenta en 2015 a un reto económico y político de grandes dimensiones que solo tiene solución en una Europa más federal. Con gobierno débiles e inestables será complicado acometer las reformas necesarias para crecer y crear empleo. El ascenso populista complica las reformas paneuropeas que podría liderar Alemania. Los buenos resultados del partido antieuro puede maniatar la ayuda de Merkel a las economías más débiles de la UE.
La libertad de circulación de los ciudadanos puede verse afectada por el éxito de partidos como el UKIP u otros de extrema derecha en los países nordicos. El nacionalismo escocés o catalán aportan su grano de arena de inestabilidad a Europa al igual que el posible referéndum en Reino Unido en 2017.

La solución pasa por una Europa cada día más federal con voluntad política para impulsar reformas estructurales, el plan de inversiones de la Comisión y avanzar en la armonización fiscal con el objetivo de salir del estancamiento mediante el crecimiento y el empleo. En el plano nacional, los gobiernos de los Estados miembros deben responder con reformas que acaben con la corrupción y mejoren la transparencia. Como pasó en España durante la Transición a la democracia mejor una reforma que una ruptura. Es el gran reto de la UE para 2015.

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