“Un decálogo por Europa”

Os dejamos a continuación la ponencia que D. Enrique Barón Crespo pronunció en la última edición de la Universidad de verano de la UIMP en Santander, coordinada por el Movimiento Europeo.

Deseo, ante todo, agradecer a Eugenio Nasarre, Presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo y en especial  al Profesor Francisco Aldecoa, organizador del curso “Hacia la Unión Política 2014, unas elecciones decisivas para la UE”,  su invitación a pronunciar la conferencia de inauguración del mismo.

Permítanme iniciar  mi reflexión retomando el párrafo inicial de mis memorias europeas:”En mi vida pública dominan dos grandes pasiones: democracia con justicia social en España y en Europa. Unas ideas-fuerza que me siguen motivando hoy en día, en un momento en que la crisis pone en cuestión lo realizado y una oleada de pesimismo enturbia el futuro.”

En mi historia personal, compartida por muchos otros federalistas europeos,  el Movimiento Europeo ocupa un lugar central desde el lejano contubernio de Munich de 1962,”una sacudida que ligó la lucha por la democracia en España a nuestra participación en la construcción europea”. Andadura política  que he compartido en un largo caminar con  los conspiradores de Munich: Fernando Álvarez de Miranda,  Presidente del Congreso de los Diputados constituyente y el conspirador galante José Federico de Carvajal,  ex Presidente del Senado resumen con honor a este dinámico grupo entre otros.    Nuestro último encuentro fue para celebrar el 60º Aniversario del contubernio, hablamos más del futuro que del pasado.

El título del curso es oportuno porque  sitúa la cuestión existencial del futuro de la sugestiva apuesta de   construir una Europa unida y democrática en el momento de la verdad para los demócratas: las elecciones.

Trataré de   responder a esta problemática existencial advirtiendo que  no pretendo presentarles un  programa,   si  señalar las cuestiones fundamentales a las que los   partidos políticos europeos deben de proponer respuestas al@s ciudadanos europe@s .

Para ello, parto del sabio consejo   de Séneca:” “Muy breve y trabajosa es la vida de quienes olvidan el pasado, descuidan el presente y temen el futuro”.

Aplicado a la situación actual,  conviene no descuidar la importancia de la cita  de las elecciones europeas de 2014, que algunos contemplan con temor por la abstención o el populismo; también pueden convertirse en un momento decisivo para avanzar en la superación de la crisis.

Sobre todo, no olvidemos el pasado. Los comicios  se van a realizar     al cumplirse un siglo del suicido colectivo de Europa iniciado en 1914 con la  Gran Guerra y concluido en 1945, del que nuestra guerra civil fue parte,  con cerca de cien millones de víctimas en todo el mundo y la amarga experiencia de experimentar todos los totalitarismos modernos.  A propósito, ¿quien recuerda que el pretexto para iniciar la guerra franco prusiana de 1870,  prólogo de la tragedia europea, fue la sucesión al trono de España?

Desde entonces, hemos vivido el período de paz  más largo de nuestra historia continental, reconocido en 2012 con el Premio Nobel de la Paz, gracias al proceso de construcción de la Europa Unida. Por primera vez,  compartimos    los principios y valores de la democracia parlamentaria,  régimen  denostado por   las dictaduras de todo signo que sufrimos los europeos en el siglo XX.

He escogido como título de mi intervención el de “Un decálogo por Europa” que concluye mis Memorias europeas.  “Más Europa ¡Unida!”.  Más Europa es la propuesta que hacen nuestros líderes para salir de la crisis. ¿Se trata de apelar a un exorcismo o hay algo más concreto y operativo?   Al afirmar su necesidad, se reconoce que el “statu quo” es imposible. Cabe retroceder, encerrándose en casa, o cabe avanzar  en la construcción de la UE, la casa a medio hacer en la que habitamos, no quedarnos quietos.  ¿Cómo pienso que se puede hacer más Europa? La respuesta más breve  es  ¡Unida!

Para defender y explicar esta vía, sintetizaré  las grandes líneas de avance en un Decálogo, la mejor forma de presentar un programa desde Moisés. Lo pude comprobar en mi primera comparecencia como Presidente del Parlamento Europeo ante el Consejo Europeo en diciembre de 1989 en Estrasburgo, un mes después de la caída del muro de Berlín.   Bajo la solemne Presidencia del Presidente Mitterrand, expuse los diez puntos que resumían la visión de la Eurocámara en una tesitura  tan compleja. Me habían dicho que los líderes se ponían los auriculares por cortesía   pero sin volumen.  Al anunciarlo, las sonrisas de los que entendían castellano –en general los latinos, y  algún políglota – más las de la Sra. Thatcher y del Canciller Kohl entre otros, con el pequeño desfase de medio minuto por la interpretación simultánea, me mostraron que iba por buen camino.

 Veamos el decálogo actual,   que trataré de argumentar con ejemplos cercanos:
1. El proceso de construcción de la UE es un proceso constituyente abierto cuyo objetivo final  era construir una “Federación Europea” de Estados y ciudadanos.

Este propósito figuraba en la Declaración que Robert Schuman leyó el 9 de mayo de 1950 en la  Salle de l’Horloge del Quai d’Orsay por la que se creaba la CECA.  El austero monje laico, nacido en Luxemburgo, alemán de educación y soldado del Reich  en la Gran Guerra   hasta que pudo optar por ser francés tras la liberación de Lorena, fue el Ministro de Asuntos Exteriores de Francia leyó la declaración, redactada  con otros padres fundadores. Su objetivo no  era solo construir un mercado sectorial del carbón y del acero.  Trataban de evitar una repetición de la periódica tragedia de la guerra entre los Estados Nación europeos en lucha por la hegemonía, superando odios seculares por la vía de afirmar valores comunes  e intereses compartidos.

Jean Monnet ya lo advirtió en Argel en 1943: “No habrá paz en Europa, si los Estados se reconstruyen sobre una base de soberanía nacional. Son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad y los avances sociales indispensables. Ello exige que se agrupen en una Federación o «entidad europea» que los convierta en una unidad económica común.»

Desde sus comienzos, el proceso europeo es una “creatio continua” en palabras de Walter  Hallstein, primer Presidente de la Comisión,  sin hoja de ruta ni manual de instrucciones previo en la que crisis y ampliaciones han supuesto renovados impulsos. Como las catedrales, edificios emblemáticos europeos, se han ido añadiendo y fusionando estilos, culturas y personalidades diferentes.  Después de  la CECA,  fracasó la Comunidad Europea de Defensa,  se creó el EURATOM, se pasó al Mercado Común (Comunidad Económica, luego Comunidad a secas) y tras la caída del muro y el fin de la guerra fría, surgió la Unión Europea en el Tratado de Maastricht.  Desde entonces, cada cuatro años se ha ido aprobando un nuevo Tratado (Ámsterdam, Niza, dos Convenciones; la Carta de Derechos Fundamentales y la Constitución, el Tratado de Lisboa, “una nueva etapa en el en el proceso creador de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa” (art.1º) y el reciente   Pacto fiscal europeo, formalmente Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria,  firmado en 2012 por 25 estados miembros.  También la UE se ha ampliado de modo sustancial en este período: de 12 Estados en 1989 se ha pasado a 28 con lista de espera.

En el caso de España, las dos modificaciones de nuestra Constitución vinieron  precisamente de Europa: la primera con éxito, para conceder el derecho de sufragio activo y pasivo a los ciudadanos europeos residentes en nuestro país, la segunda para integrar el freno a la deuda, con una razón de fondo desvirtuada por la forma, al ser  hecha con prisas y nocturnidad.  Curiosa paradoja: somos tan timoratos y rígidos   a la hora de reformar nuestro Texto Fundamental como osados a la hora de aceptar sin problemas   modificaciones sustanciales introducidas vía Europa.

Además, no estamos solos en el mundo. Actualmente, la UE somos 500 millones de ciudadanos – el 7 % de la Humanidad – , la primera potencia comercial y económica del mundo, con un 20 % del PIB y un 50 % del gasto social.  Somos pioneros en plantear una respuesta política democrática a la globalización, pero tenemos que hacer un esfuerzo sostenido para ser innovadores y competitivos, no podemos permanecer pasivos en el mundo del G20.

Además de las potencias emergentes, China y la India, más desarrolladas que Europa hasta hace pocos siglos, han vuelto a escena.  Recientemente, tuve que defender el modelo social europeo, nuestro “welfare”, en el Foro de Boao (el Davos asiático), ante el mandarinato comunista chino que lo considera excesivo, la crítica  no sólo viene de  los neoliberales fundamentalistas. Conviene seguir con atención  lo que está pasando tanto en China como en Brasil, México, Turquia, Indonesia y otros  miembros del G 20 por no hablar de las revoluciones árabes a nuestras puertas: los jóvenes quieren vivir mejor, es decir, con más educación, sanidad y servicios sociales además de  consumo privado en un mundo vivible. En este contexto, el modelo social europeo es un referente apreciado

Para sobrevivir en este mundo globalizado de grandes bloques,  la Unidad es esencial. La alternativa para los Estados europeos aislados oscilaría entre el museo y el parque temático.

2. La actual UE es una “Unión de Estados” que comparten principios, valores y objetivos basados en  la democracia parlamentaria, el Estado social de Derecho, la economía social de mercado, la cohesión y un modelo social; principios, valores y objetivos que constituyen los fundamentos de su legitimidad.

Los Estados como Altas partes contratantes atribuyen competencias concretas a la Unión  y siguen siendo sus “Señores”, lo cual  significa que cada uno mantiene  en esencia su soberanía, a la vez que cede o mejor pone común una parte de la misma, al participar en las decisiones  del Consejo Europeo. El sistema combina rasgos   intergubernamentales y federales; en él los Estados colaboran de modo más estrecho que en una confederación pero mantienen su soberanía en un proceso dinámico de gobernanza  a varios niveles.

Con la Unión Monetaria (UM), han constituido una federación monetaria basada en el Sistema Europeo de Bancos Centrales con el Banco Central Europeo (BCE) para gestionar  el €. El voto de Malta e igual al de la República Federal de Alemania. También son  comunes la política  comercial exterior  y de competencia.

En las Uniones Económica (UM) y Política (UP), los Gobiernos van dado pasos al negociar los Tratados, aprobados por sus Parlamentos y validados por sus Tribunales constitucionales.  El caso alemán es relevante en la medida en que el  debate sobre la naturaleza de la Unión está abierto  desde la sentencia de su Bundesgerichthof  (Tribunal Constitucional) sobre el Tratado de Maastricht, del que ha surgido el neologismo “Staatenverbund” ( similar a Unión federalizante de Estados).  En este proceso, el Tribunal ha fijado   las condiciones que ha de reunir el  Estado federal alemán como Estado soberano para ir construyendo  la UE con legitimidad democrática, a través del Bundestag,  su  Parlamento.  En estos momentos, está pendiente de una delicada sentencia sobre la adecuación de la política monetaria del Banco Central europeo en relación con el objetivo de estabilidad definido en su Ley fundamental.  La inhibición a favor del Tribunal de Justicia europeo sería  la salida justa en relación con los Tratados, pero la cuestión democrática interna alemana será objeto de matices sin duda, y como dice el  refrán teutón, el diablo está en los detalles.

La Unión  tiene capacidad de acuñar moneda y hacer leyes, pero no la tiene para crear competencias, que le son atribuidas por los Estados miembros.

En román paladino, eso significa que todos los Estados miembros participan en las decisiones del Consejo Europeo y no hay enfrentamientos entre bloques de países  ni imposiciones sistemáticas de unos sobre otros.  Así, en la financiación de los organismos creados para gestionar los rescates (intergubernamentales de momento), la aportación de España al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) o al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) es del 11’9 %, (73.800  millones €,   a través de garantías y avales solidarios y en metálico 9.500 el país ha 83.300, no lejos de lo recibido para el rescate de su sistema financiero. Alemania aporta el 27%, Francia, el 20% e Italia el 18%.  El mecanismo es solidario y todos financian a todos. La diferencia reside en que  el Bundestag tiene que debatir y aprobar cada aportación  por decisión propia y sentencia de su Tribunal Constitucional,  mientras que en el nuestro el Parlamento  ni siquiera debate su propio rescate. El dinero se pone por parte de todos pero unos se enteran más que otros por como tienen organizada su propia casa.

El recurrente debate federal europeo, por no hablar del español, no es solo de modelo, en esencia el federalismo parte de la voluntad   para participar con valores compartidos e intereses comunes conservando la propia identidad en  un destino compartido. Es un sistema dinámico de  continua negociación entre sus miembros  con la garantía del respeto a la Ley por un tribunal constitucional independiente.

3  La introducción de la “ciudadanía europea” y la “moneda única” en el Tratado de Maastricht, supuso fundar la UE como una comunidad política con personalidad jurídica, ampliándose desde el Tratado de Lisboa con la inclusión de una Carta de Derechos Fundamentales.

Ciudadanía y moneda fueron los dos pilares que supusieron un cambio fundamental en relación con la Comunidad. La introducción de la moneda única (ECU y luego Euro) supuso un salto económico cualitativo  al ser un valor básico común de la vida socioeconómica.  Frente a la consideración del tema como cuestión reservada  a financieros o economistas, para la ciudadanía es un elemento fundamental de su vida cotidiana, incluyendo niños pequeños y mendigos. Además, su generalización permitió comparar en términos concretos las condiciones de vida y renta en los distintos países.

Una moneda es, ante todo, fruto de  una decisión política. El Canciller Kohl dio el paso de adoptar el € con una mayoría de la opinión pública en contra al principio por su adhesión al DM, símbolo de la mejor etapa del país en el siglo XX. Con la adopción de la cultura de la estabilidad, Francia, Italia y España   rompieron con la práctica de devaluaciones sistemáticas para recuperar la competitividad perdida  y  permitir que el mercado común sobreviviera.

Pero la moneda solo funciona a la larga si la ciudadanía la acepta. La decisión de adoptar el € como moneda fue respaldada por la ciudadanía de los distintos Estados miembros y va en aumento, (inicialmente 12, ahora 17 con Letonia en puertas), apoyo que  se mantiene a pesar de la crisis.  La Eurozona  se va consolidando como núcleo central de la UE con vida propia. O se amplia a toda la UE o a la larga necesitará consolidar su marco institucional específico.

 La ciudadanía europea fue  incluida en el Tratado de la Unión votado por el PE en 1984, la defendí como Presidente del PE en la negociación del tratado de Maastricht con un  decisivo apoyo del Presidente González. Ciudadanía concebida como patriotismo constitucional por compartir valores y derechos.

Entonces se dijo que era un brindis al sol, pero   la evolución muestra que el espacio de libertad, seguridad y justicia es un componente fundamental de la construcción europea. ( derecho civil, penal y mercantil, inmigración y asilo, delincuencia internacional económica,  terrorismo).

El reconocimiento de la ciudadanía permitió la inclusión de los partidos políticos europeos en el Tratado como parte esencial de su democracia para contribuir “a formar la conciencia política europea y a expresar la voluntad de los ciudadanos de la Unión”. Como Presidente del PE me reuní con los tres Presidentes de las familias políticas europeas existentes entonces (democratacristianos, socialistas y liberales) y en su nombre propuse su inclusión en al Consejo Europeo en Maastricht, con el apoyo decidido del Presidente del Consejo en ejercicio, el primer Ministro holandés Ruud Lubbers.

Tras complejas vicisitudes ligadas a la necesidad de base jurídica y de reglamentación, hoy ya existen partidos europeos con la responsabilidad fundamental de organizar a escala europea la democracia representativa. Subrayo esta dimensión por la preocupante tendencia actual de descalificar a los partidos políticos de manera genérica. Ciertamente son entes manifiestamente mejorables en su funcionamiento pero las propuestas para mejorarlos deben distinguirse de la pauta seguida por los partidos totalitarios de todo signo que hemos sufrido los europeos, que tras   descalificar   y perseguir  a los demás partidos  imponían su monopolio en el poder.
Conseguir que la carta de Derechos Fundamentales fuera vinculante en el Tratado de Lisboa (con la opción de exclusión planteada por el  Reino Unido, Polonia y Chequia) fue el complemento lógico de la ciudadanía europea.  Aunque no añade muchos derechos a nuestra Carta Magna, hay algunos nuevos destacables: el derecho a la integridad del cuerpo humano, con la prohibición de la clonación reproductora o de convertir en mercancía partes del cuerpo; el derecho a la protección de datos o la protección del consumidor (v.  Sentencia sobre los desahucios del Tribunal de Justicia Europeo). La afirmación de la ciudadanía europea es un paso decisivo en el camino hacia la construcción democrática y federal de Europa.

4).  La creación de la UEM en el Tratado de Maastricht no se acompañó con  un proceso paralelo de integración de los poderes económico, presupuestario y fiscal, que los Estados miembros   conservaron  como competencias nacionales en la lógica westfaliana. No obstante, para lograr disciplina en la Unión Monetaria, se adoptó el “Pacto de Estabilidad y Crecimiento” que, tras sus incumplimientos, ha mostrado sus carencias en la actual crisis al quebrarse la confianza mutua.

La UE no fue  concebida como un proyecto de laboratorio de creación de una zona monetaria óptima, sino que en un momento de  radicales sacudidas   históricos, los Estados miembros dieron el paso de crear la Unión Europea como   UM, UE y UP. La UM versaba sobre la moneda, medida de valor que estructura la vida económica y social. Estaba más elaborada y suponía      poner en común un atributo esencial del Estado  Nación desde el Tratado de Westfalia de 1648,  que puso fin a  la Guerra de los Treinta Años en Alemania y la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos. Participaron el emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, los Reinos de España, Francia y Suecia, además de las Provincias Unidas.   La Paz de Westfalia   inició un nuevo orden en Europa basado en el concepto de soberanía nacional y el equilibrio de poderes.  Mientras que la UM estaba trazada como un sistema completo, la UE y la UP solo se esbozaron.  Los Estados conservaron sus poderes económicos fundamentales, con solo   normas de disciplina voluntaria y orientadora por parte de la Comisión, concretadas en el Tratado de estabilidad y..  crecimiento.

A pesar de las reservas iniciales sobre la capacidad de la UM de resistir un” choque asimétrico”, la fuerza del impulso del proceso de convergencia y la cultura de la estabilidad económica llevaron a crear el € como moneda en circulación en 2002. Los resultados fueron inmediatos, como se mostró en el abaratamiento masivo del precio del dinero que fomentó la burbuja inmobiliaria española aportando fondos de una banca   que no podía invertir en una Alemania considerada “el hombre enfermo de Europa”, ocupada en su proceso de reunificación y reestructuración.

Los problemas comenzaron a aparecer cuando se trató de imponer disciplina a los países que se salían del marco del Tratado de Estabilidad.  En 2003/4  al plantearse el procedimiento establecido en el Tratado  de estabilidad por déficit excesivo a Portugal, Francia y Alemania no aceptaron ser sancionados.  Como decía Orwell en “La Granja de los animales”, todos somos iguales pero unos más que otros.

El Presidente de la Comisión, Prodi, tildó de “estúpido” un pacto   basado en valores numéricos,  adjetivo que no   necesitó  traducicción.  España cumplía con aquellos criterios, pero iba acumulando desequilibrios de fondo en otros, especialmente el desmedido endeudamiento privado.   En este contexto de unión económica  a medias, rota la confianza, el único instrumento que quedaba era el freno de mano de  la política de austeridad y los tijeretazos de los recortes.

El problema estalló con la crisis. Si bien ésta comenzó en EE.UU., puso de manifiesto   en la UE tanto la falta de instituciones como la capacidad política –solidaridad y voluntad-  para hacer frente a la misma.  En vez del recomendable tratamiento de choque, la reacción inicial fue la inacción, al  considerar que los considerados culpables debían pagar por sus errores, desplazando el método comunitario por una gestión intergubernamental, fundamentalmente franco-alemana. El resultado ha sido una gestión de la crisis lenta y premiosa, con decisiones retardadas que han agravado y aumentado el coste al frenar las inversiones y reducir la demanda en los países acreedores a la vez que tenían  efectos dramáticos sobre el empleo y las condiciones de vida en los países endeudados con  estancamiento y  peor  aún, depresión.

No obstante, se dieron pasos   para fortalecer la Unión Económica con el paquete de normas de disciplina y coordinación (semestre europeo, euro plus, six pack ) rematados por el Pacto fiscal que aunque no es comunitario por la negativa del Reino Unido y Chequia,   entró en vigor con la ratificación de 2/3 de los Estados miembros.  Como la Constitución de los Estados Unidos tras la Convención de Filadelfia. Tras muchos desencuentros y recriminaciones, la conclusión es que la vía de salida  pasa  por la defensa del euro y  el reconocimiento de que la  estrategia de la auto mutilación selectiva es suicida.

5) Para salir de la crisis, es necesario completar el Euro, fortaleciendo la UEM. Eso implica la Unión Bancaria, creando un “sistema europeo de garantía de depósitos” y una “agencia europea de deuda” dentro del Eurogrupo, como embrión del futuro “Tesoro Europeo”.

Resolver la crisis bancaria europea es esencial para que la economía vuelva a funcionar.

Afecta a todo el sistema, aunque  su carácter especialmente agudo en España o Irlanda está llevando a una reestructuración a fondo. La gestión de la crisis se hizo  creando fórmulas provisionales a cada paso que no se caracterizan por su claridad y responsabilidad democrática, como es el caso de la “troika”.   Hay  demasiadas instancias,  autoridades y Presidentes tomando decisiones o vetando las de los demás. Como en la cocina,” demasiados cocineros dañan el puchero”.

Para   completar la Unión Bancaria  se precisa  un sistema de supervisión  y resolución común y  un fondo europeo  de garantía de depósitos. En este punto el debate actual de cómo se asumen responsabilidades es pertinente.  Como norma, debe de comenzarse por accionistas, seguidos de obligacionistas, con garantías para los pequeños depositante, frente a la política de financiarla por los contribuyentes (en España, según el FROB supuso en 2012 el 3,8 % del PIB).  La delimitación clara de responsabilidades (penales en su caso), es fundamental para salir de la crisis.

La cuestión reside no tanto en relajar las exigencias de austeridad o esperar el desenlace de unas  elecciones –sean las alemanas de septiembre o las europeas de 2014 – como en desarrollar   un poder presupuestario y económico para la zona euro, con una gobernanza económica común y políticas activas para la creación de empleo (sobre todo a los jóvenes) y una coordinación del mercado de trabajo y los sistemas sociales.

Hasta ahora, los mecanismo creados, el FEEF y el MEDE funcionan como sistemas intergubernamentales. Ahora procede dar el paso de la mutualización progresiva de la deuda o a través de un “Fondo de redención” o una agencia,  lo cual responde a la misma lógica que los eurobonos.  Tiene la ventaja de haber sido propuesta por el “Sachsverständigerat”, el Consejo de expertos económicos independientes que asesora al Gobierno alemán, con el acuerdo de las fuerzas políticas y sociales salvo la Canciller, de momento. Cuenta además con la experiencia del país que más deudas tuvo que pagar el pasado siglo, acabó de pagar la de la Primera  guerra mundial el año pasado.  La Comisión Europea   está estudiando esta `propuesta.  En esencia,   estaría  respaldada por una garantía conjunta de los Estados, con    transferencias de deuda   condicionadas al cumplimiento de criterios de reducción de deuda y déficit público establecidos en el Pacto fiscal.  Su ventaja sería estar sujeta a estricta condicionalidad,  paso previo para recuperar confianza  y no requerir cambios de tratados ni constituciones.  Desde la creación de la moneda única, somos solidarios. Hay que saber actuar como tales.

A la larga, llevaría a la creación de la deuda y el Tesoro europeos, con claras ventajas de refuerzo de la solvencia, reducción de intereses y tener el primer mercado de bonos mundial.  No otra cosa hizo Hamilton, primer secretario del Tesoro de Estados Unidos tras haber luchado con la pluma ( el Federalista) y la espada por la independencia, cuando definió en 1890 la ley monetaria del dólar en relación con el real de a ocho hispano, creó la Ceca, el primer Banco Central y emitió la primera Deuda Federal.

6) Para relanzar la economía, las políticas de austeridad, reformas y crecimiento son complementarias y no incompatibles entre sí.

En el tratamiento de la crisis asimétrica entre los países que están construyendo la UEM se dio un excesivo peso a las políticas de austeridad, entendidas como de recortes para hacer frente al excesivo endeudamiento.  Con ello, se rompía el efecto dinamizador de la creación del mercado interior y las políticas activas de futuro, dejando al albur del   mercado la esperada iniciativa para la recuperación.

El caso del banco Europeo de Inversiones (BEI) es expresivo. Su consejo de Gobierno son los Ministros de economía miembros del ECOFIN, que sólo ahora están descubriendo el efecto multiplicador de instrumentos como los bonos de proyecto. La implementación del fondo de 120.000 millones de € propuesto por el Presidente Hollande está tomando su tiempo. Constituir un Fondo con capacidad anticíclica sería un instrumento recomendable.

Además,   se plantea un problema de Gobernanza.  Mientras que el BCE, autoridad monetaria  funciona, no hay un piloto que guíe la economía, porque hasta el Pacto Fiscal, la Comisión no tenía más poderes que dar consejos en las grandes orientaciones de política económica (GOPES).  En el Consejo, se va produciendo una creciente diferenciación entre la eurozona (los países cuya moneda es el euro) y el resto.

El desafío de  crear empleo juvenil y desarrollar una política industrial – digital, energéticas – de nuevas tecnologías e i+d + i es una vía para salir del fatalismo de la austeridad sin futuro.

7) El desarrollo de la UEM requiere reforzar la Unión Política, sobre la base de extender la democracia y la participación ciudadana a todos los niveles, combinando los principios de solidaridad y subsidiariedad.

A largo plazo, una Unión Monetaria M no puede sobrevivir si no se completa con una Unión Política. En el fondo, el corazón de la crisis es político y requiere respuestas políticas democráticas. Ante todo, hay un deber de simplificar y clarificar responsabilidades, porque para resolver la crisis se ha incrementado la “matrioska” europea de manera excesiva, con poderosos organismos   ejecutivos no responsables ante Parlamentos elegidos como la troika o la Presidencia del Eurogrupo.   La articulación entre el Parlamento Europeo y los Parlamentos de los Estados miembros debe intensificarse sobre todo en los aspectos económicos, financieros y presupuestarios.

Pero sobre todo hay que hacer un ejercicio de transparencia y sencillez en las propuestas políticas de futuro.

8) Un componente democrático fundamental en la UE debe ser el “federalismo fiscal”, aplicando el principio de “no imposición sin representación”.

Dos compromisos formales enmarcan y delimitan  la acción política posible en la próxima legislatura europea: el Marco Financiero 2014-2020 y los objetivos de la estrategia 2020.

Un principio fundamental de la democracia representativa es que los impuestos deben ser votados por Parlamentos elegidos. Impuestos como el de transacciones financieras o sobre el carbono son dos propuestas interesantes Se debe aplicar también a nivel europeo, como lo   planteó  el Parlamento Europeo para aprobar el Marco Financiero 2014-2020, añadiendo la cláusula de revisión tras las elecciones europeas.

Cuestión que debe colocar los objetivos de la estrategia 2020, aprobados por el Consejo Europeo y todos sus miembros,  en el corazón del debate político en la campaña:  un 75 % de la población de entre 20 y 64 años   empleada;  invertir el 3 % del PIB   en I+D; alcanzar el objetivo «20/20/20» en clima y energía;  un abandono escolar inferior al 10 %,  al menos el 40 % de los jóvenes con estudios superiores completos y reducir el riesgo de pobreza en  20 millones de personas.

9) En la agenda para la Unión Política  se deben considerar los siguientes temas como prioritarios de cara a las elecciones europeas de 2014:

• crear un sistema bicameral (formado por el Parlamento Europeo, como representación de los ciudadanos, y por el Consejo Europeo, como representación de los Estados);

• reconocer a la Comisión Europea como un verdadero Gobierno europeo con claras competencias en materia de política económica (su Presidente sería elegido en investidura parlamentaria a partir de candidaturas presentadas por los partidos políticos europeos) y fusión con la Presidencia del Consejo;

• dar al Tribunal de Justicia funciones de tribunal constitucional;

• articular el principio de subsidiariedad con el principio de responsabilidad compartida entre el Parlamento Europeo y los Parlamentos nacionales.

10. Para que la UEM se complete con una auténtica Unión Política se debe convocar, tras las elecciones europeas,  una Convención abierta, con participación de los Parlamentos y  Gobiernos de los Estados miembros , así como de las instituciones europeas.

En conclusión,  espero haber  seguido el sabio consejo de Séneca a la hora de plantear los grandes ejes de los desafíos a afrontar en la campaña electoral europea.
De modo intencionado, he tratado de evitar tanto un pretencioso planteamiento   existencial como el de la división de la Unión en bloques geográficos de países enfrentados lanzándose reproches como en las mejores familias sobre de quien es la culpa y como se pagan los platos rotos.  Así empezaron los enfrentamientos internos que acabaron en pesadilla en  tantos otros en nuestra historia.

La construcción de la casa común de la UE ha avanzado demasiado para poder permitirnos el diletantismo de una tertulia de café o las recetas de un arbitrista.    El balance hasta ahora ha sido extraordinario. Es cierto que  tenemos problemas para superar la crisis.  Jean Monnet decía que Europa se haría a través de crisis y lo hemos comprobado.  Por cierto, las crisis no son el cataclismo final sino que responden a los momentos de decisión, “krinein” en griego es decidir.  Los organismos vivos evolucionan a través de crisis (de adolescencia, madurez…), por eso el ideograma chino para crisis es mitad oportunidad,  mitad riesgo.   La cuestión, por tanto, es si tenemos voluntad  política de superar la crisis fortaleciendo nuestra Unión.

La construcción de la Europa Unida  no es ni un sueño de una noche de verano ni un proyecto que funciona solo cuando hace buen tiempo.  Es un destino compartido en un mundo que está cambiando muy rápida y profundamente, del que los europeos somos cada vez una parte menor.

 Tenemos dos activos que nos pueden servir de guía: el primero es que “la construcción de la UE supone para los europeos  «el único proyecto a medida de nuestro mundo y nuestra época», como dijo Pierre Uri, la mano derecha de Monnet. Un profesor francés judío perseguido por el Régimen de Vichy, redactor de la declaración del 9 de mayo y del Tratado de Roma conjuntamente con Hans von de Groeben, ex funcionario alemán del Reich y después Comisario europeo.

El segundo es que el proceso de construcción de la UE como democracia supranacional nos interesa no solo a los europeos sino a toda la humanidad. Por si se nos había olvidado, Lula da Silva nos lo ha recordado: «El mundo no tiene derecho a permitir que la Unión Europea acabe, porque lo que hicieron los europeos tras acabar la Segunda Guerra Mundial, forma parte del patrimonio democrático de la humanidad”.

A los que se incorporan ahora a la tarea, conviene recordarles que, para poder escribir su página en blanco, deben merecer lo que han heredado para superarlo encontrando nuevas soluciones a nuevos problemas. Las elecciones europeas de 2014 son una oportuna cita para hacerlo.

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