Elecciones al Parlamento Europeo: La larga carrera hacia Europa

Cuando el abstencionismo es, a decir de algunos, el fantasma que planea sobre las próximas elecciones europeas, no está de más recordar que, durante la dictadura, Europa fue un sueño de libertad y la pertenencia a la actual Unión Europea el único visado que abriera paso al reconocimiento de las libertades democráticas.

Un camino lleno de dificultades

El camino hasta conseguir que España fuera miembro de derecho del entonces Mercado Común Europeo fue largo y, en algunos momentos, extremadamente dificultoso. Y una de las situaciones más críticas fue, sin duda, la ralentización que sufrieron las negociaciones tras la durísima represión de las fuerzas opositoras al franquismo a raíz del IV Congreso del Movimiento Europeo, el mismo al que el diario falangista Arriba rebautizó como “Contubernio de Munich”.

Bajo la autoridad de Salvador de Madariaga

El propósito de la reunión no era otro que agilizar los trámites que permitieran la incorporación de España a la órbita económica europea. Cualquier síntoma de aperturismo, bien fuera económico o cultural, era por entonces una nada despreciable vía de acceso a las libertades democráticas. Persiguiendo este fin, entre el 5 y el 8 de junio de 1962, se reunieron en la capital de Baviera 118 políticos pertenecientes a facciones políticas muy diversas y con la sola excepción de miembros del Partido Comunista.

El “fin de la Guerra Civil”

Tuvieron cabida todas las ideologías, con un único denominador común : la firme condena del franquismo. La heterogeneidad de los congresistas fue tal que su presidente, el diplomático e historiador Salvador de Madariaga, pronunció en el discurso con que cerró el congreso una frase que da cumplida idea de la trascendencia del momento: “Hoy ha terminado la Guerra Civil”.

La democracia como fin último

El espíritu de concordia fue realmente ejemplar. Así, por ejemplo, Rodolfo Llopis, secretario general del PSOE en el exilio, hizo llegar a don Juan de Borbón, conde de Barcelona, a través de su representante y miembro de su consejo privado Joaquín Satrústegui, el firme compromiso de su partido de, pese a su fidelidad a la República, de “respaldar lealmente a la Monarquía” siempre que la Corona garantizase el restablecimiento de la democracia.

No fue más que una de las muchas demostraciones del afán por superar cualquier diferencia partidista que animó el Congreso y que hizo posible la proclamación de una declaración final, aprobada por unanimidad por todos los asistentes, en la que se insistió en la necesidad de instaurar en España un gobierno representativo y democrático; el respeto a los derechos humanos y en especial a la libertad de expresión con total supresión de la censura; el reconocimiento de la personalidad cultural e histórica de las distintas comunidades, el ejercicio de las libertades sindicales y, por supuesto, la posibilidad de organización de corrientes de opinión y de partidos políticos, con el “ compromiso de renunciar a toda violencia activa o pasiva antes, durante y después del proceso evolutivo”.

Un consenso precursor del espíritu de la Transición

A casi cincuenta años vista, no es difícil calibrar que las consecuencias de la reunión de Munich fueron más allá de la integración de pleno derecho en el concierto europeo. La declaración final deja entrever las que fueron las principales directrices de la Transición hacia la democracia. No es de extrañar, pues, la furibunda reacción del Régimen acostumbrado hasta entonces a que ciertos sectores se limitaran a manifestar una tibia oposición y una ambivalente exigencia de aperturismo. Por el contrario fue, posiblemente, la presencia de nombres significados de la derecha liberal lo que provocó sus iras.

De Congreso a “contubernio”

El diario Arriba , órgano periodístico de Falange, inició una contumaz campaña de prensa que, con el beneplácito del entonces Ministro de información, Gabriel Arias Salgado, reconvirtió el Congreso en “contubernio” e inició una carrera periodística de condena del Congreso que fue seguida sin dilación por el resto de la prensa española del momento. Paralelamente, los sectores más retrógrados del Movimiento orquestaron diversas manifestaciones de repulsa y actos de desagravio a la figura de Franco en buen número de ciudades españolas en las que, a modo de ejemplo y según La Vanguardia de de los días 12, 13 y 14 de junio de ese año, abundaron pancartas con frases del tenor de “Falange quiere la unidad de España”, “Contra la insidia, la unidad de España” o “Castigo a los traidores de Munich”.

Una durísima represión

Quienes escribieran este último eslogan no debieron quedar defraudados. Aquellos que regresaron a territorio español tras el acto de Munich fueron sistemáticamente encarcelados, juzgados, y deportados. Entre los afectados se encontraban personalidades como Alvarez de Miranda, Antonio de Senillosa, Jaime Miralles, Joaquín Satrústegui, Íñigo Cavero, José María Gil-Robles, Dionisio Ridruejo, o José Federico de Carvajal que, en su mayoría, fueron recluidos en las Canarias. Con el fin de ayudar a sus familias se organizó una red de recogida de fondos a cargo de un grupo de catedráticos y periodistas entre los que se encontraban Enrique Tierno Galván y Luis María Ansón.

Un terrible error

Evidentemente, Europa reaccionó violentamente ante tal cúmulo de desatinos por parte del régimen. Se paralizaron las negociaciones para el ingreso de España en el Mercado Común y, ante la posibilidad de volver al régimen autárquico de los primeros años de posguerra, el propio Franco hubo de reconocer su error con la destitución de Gabriel Arias Salgado, al que le hizo responsable de la violenta campaña de prensa que junto con la represalias posteriores había desatado las iras de las democracias europeas.

Hoy, evidente y afortunadamente, el “contubernio de Munich” forma parte de la memoria colectiva, pero no está de más que, a la hora de acercarnos a las urnas que han de construir el parlamento europeo, recordáramos el camino recorrido gracias a la resistencia de unos y el tesón de otros. Solo así podremos evitar que la historia se repita.

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